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Los Caballeros Templarios.

  190     Los Caballeros Templarios 

Los caballeros templarios

Si ha habido alguna vez un misterio histórico apasionadamente perseguido y no comprendido con claridad ese es el de la orden del temple.

La Edad Media se caracterizó por el poder de los Señores Feudales en el plano político y por el inmenso prestigio de la Iglesia católica que unificó a los distintos reinos bajo su fe. La cristiandad reconoció en la Iglesia esta autoridad enorme, que trascendía el ámbito religioso.

El ambiente medieval era de guerra y de tensiones, mezclado con sentimientos religiosos, que originaron la concurrencia de los fieles a peregrinaciones, sobre todo a Jerusalén y a Santiago de Compostela.

Cuando Jerusalén cayó en poder de los turcos, el Papa Urbano II, expresó en el Concilio de Clermont celebrado en noviembre del año 1.095, la necesidad de rescatar Jerusalén. Ese fue el origen de la Primera Cruzada, impulsada por un sentimiento religioso, pero también por ansias de riquezas. Esta Primera Cruzada tuvo el éxito esperado, y el Reino de Jerusalén se reconquistó para la cristiandad, coronando como Rey, a Balduino I.

Es en este contexto histórico que se creó la Orden que nos ocupa. Su principal fundador fue Hugo de Payns, junto a otros nueve caballeros franceses. Tuvo su nacimiento en Jerusalén, bajo el nombre de Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, en el año 1.118, en plena Edad Media. Fijaron su sede en el Templo de Salomón, por lo que también se los conoció como Caballeros del templo de Salomón o Caballeros Templarios, aludiendo al templo. Su finalidad era proteger Jerusalén y los caminos que llevaran hasta ella, a los devotos cristianos, asolados por ladrones. La aprobación pontificia de la Orden, fue otorgada por el papa Honorio II, en el año 1.128.

Apoyados por las cortes europeas, y por el abad San Bernardo de Claraval, perteneciente a la severa orden de Císter, se convocó en Francia, el Concilio de Troyes, que estableció la reglamentación de la acción y vestimenta de los Templarios. Esta se componía de un hábito blanco al que luego, en 1147, se le adicionó la cruz griega de ocho puntas y color rojo, autorizada por el Papa Eugenio III.

Las reglas eran: combatir contra los herejes aún en inferioridad de condiciones, por ejemplo, tres contra uno. El ataque contra los no herejes, solo debía efectuarse luego de la tercera agresión. Imponía la triple flagelación cuando se cometiera una falta. Tres veces por año, se debía comulgar.

Los Caballeros Templarios recibieron grandes privilegios, dependiendo solo de la autoridad papal, y no de los Obispos. La Orden contaba con capellanes y sacerdotes propios. Tenían derechos sobre los territorios conquistados en Tierra Santa, a los que accedían, ya que eran monjes guerreros que combatían de a pares, y podían construir sus propias iglesias y fortalezas. Podían recaudar bienes como limosnas (óbolos) y no estaban sujetos a la jurisdicción civil ni a la eclesiástica. Eran muy respetuosos de los musulmanes, y sus creencias, aunque peleaban ferozmente contra ellos en los campos de batalla, con una férrea disciplina y organización.

Pronto crecieron en número y poder, y hacia mediados del siglo XII habían extendido su accionar por España y Portugal, donde colaboraron en la Reconquista, recibiendo tierras en compensación. También actuaron en Alemania, Francia y el Reino Unido. En Polonia su actividad se desarrolló a partir del siglo XIII.

Económicamente llegaron a controlar las actividades comerciales con Tierra Santa, actuando a través de encomiendas, que se depositaban en ese lugar a nombre de los Templarios y retirándolas por otras encomiendas en el lugar de destino, pagando a la Orden, una comisión. La letra de cambio tuvo su origen en esta práctica. Fueron banqueros realizando empréstitos incluso a la realeza. Su poder económico creció vertiginosamente al igual que el militar, siendo en el siglo XII, dueños de gran cantidad de embarcaciones, castillos y fortalezas. En su arquitectura predominó el arte gótico.

En el año 1.244 la prosperidad de la Orden sufrió un gran traspié. Jerusalén volvió a caer en manos de los árabes, y debieron mudarse a San Juan de Acre.

La Séptima Cruzada significó una nueva gran derrota cristiana. Luis IX de Francia la dirigió hacia Egipto, y cayó prisionero. El rescate por su liberación, fue abonado por los Templarios.

Cuando en el año 1291, su nuevo lugar de residencia (San Juan de Acre) también pasó a manos musulmanas, debieron fijar su nueva sede en la isla de Chipre, que adquirieron en propiedad. Desde allí intentaron reanudar el sistema de Cruzadas pero no consiguieron apoyo de los reyes europeos.

Felipe IV de Francia (1.268-1.314) apodado “el Hermoso”, se preocupó por sanear las finanzas francesas, y uno de sus deudores más importantes eran precisamente los Templarios, que como ya dijimos, habían abonado el rescate que permitió la liberación de su abuelo Luis IX , cuando fue hecho prisionero luego de la VII Cruzada. Además, tenía la pretensión de limitar el inmenso poder religioso en general, y de los Templarios en particular, que obstaculizaban su propósito de crear un estado poderoso.

Ayudado por el canciller Guillermo de Nogaret, y con las acusaciones de un espía llamado Esquieu de Floyran, convencieron al Papa Clemente V, logrando formar un proceso contra los Templarios acusándolos de herejes, de sodomía, de escupir la Cruz de Cristo, y de sacrilegio, entre otros pecados. El juicio estuvo en manos de los monjes dominicos.

El 13 de octubre de 1.307 sería un fatídico día para la Orden. El Gran Maestre de ese entonces, Jacques de Molay, y 140 templarios fueron privados de su libertad y obligados a confesar las imputaciones que se les adjudicaban bajo amenaza de torturas o aplicándoselas si se negaban a confesar, todo esto sin el permiso del Papa que repudió el procedimiento. El proceso se reabrió un año más tarde, dirigido por el Papa. Por la bula Vox Clamantis del 22 de marzo de 1.312, se ordenó la disolución de la Orden, pero no su condena, por la falta de pruebas fehacientes de los hechos denunciados.

El Papa exigió al Gran maestre, que residía en Francia, un arrepentimiento público en la catedral de Nôtre-Dame. Sin embargo el acusado desconoció los cargos por los que había confesado y proclamó la inocencia de la Orden en forma pública.

Esta manifestación le valió la dura condena de ser quemado por hereje, junto a otros miembros de la Orden, el 18 de marzo de 1.314, donde el mártir elevó una plegaria a Dios pidiéndole la justicia divina, que no tardó en caer sobre sus verdugos, ya que todos ellos perecieron trágicamente, poco tiempo después. La leyenda sobre los tesoros de la Orden, que nunca se encontraron, inspiraron, relatos y películas.

En el resto de Europa si bien no fueron juzgados con tanta severidad, la Orden fue disuelta, y sus bienes fueron adquiridos por los estados a los que pertenecían, y por la Orden de los Hospitalarios. En Portugal se los protegió cambiándoles el nombre, con consentimiento real, pasaron a llamarse Caballeros de Cristo. El España, se incorporaron a otras órdenes, y en Alemania, pasaron a integrar la Orden de los Caballeros Teutónicos.

El Pergamino de Chinon, de agosto de 1.308, donde consta la absolución por parte del Papa Clemente V a los templarios, junto con otros documentos sobre el tema, forma parte del libro “Processus contra Templarios” publicado por el Vaticano recientemente.

Fuente | Vidas de fuego
Imagen | Salfate

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5 comentarios
Comentarios
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5 comentarios:

Diego Martínez dijo...

Perseguidos, no comprendidos, una historia apasionante sobre esta orden.

Un abrazo.

JRio dijo...

Trágico final para esta Orden, con acusaciones tremendas por parte de un rey y la conformidad y el beneplácito de un papa.

Otro error histórico de la iglesia.

Saludos.

Bruno Fernández dijo...

Fascinante historia, un grave error de la iglesia dejar morir esta orden.

Salu2.

Rodrigo Rodríguez dijo...

He leido varios libros sobre la Orden del Temple y realmente es impresionante.

Un abrazo y buen artículo.

Bonzo VANTY dijo...

hey pasate por mi blog no te va a gustar xD

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