Vida perdida.
Artículo … 1.718.
Categoría … Relatos.
Publicado por … Bruno Fernández.
Gotas persistentes y funestas en una noche lóbrega y oscura. Sería un genial comienzo para una novela barata de pesadilla de "Pulp Fiction". Pero para Víctor Veleiro aquello era relativo: le importaba un comino la repercusión mediática del inicio. Lo que le afectaba era que aquel comienzo narrativo implicaba actualmente a su vida.
Parte de su destino discurría por aquella carretera rural casi sin asfaltar, flanqueado por arboledas interminables y de copas altas y tupidas, cubriendo la distancia hasta su nuevo punto de destino en su todoterreno Qashqai. Las luces de niebla hacían renacer la vida delante del morro de su vehículo.
Víctor tenía sintonizada en la radio una emisora local que no hacía más que emitir música de los años '50. Antiguallas como la vida misma de esa religión miserable y deprimida, dónde la mera presencia de un forastero era considerada aún un peligro proveniente de otro mundo lejano.
"La Guerra de los Mundos" (H.G Wells), narrado bajo la voz persuasiva y convincente de Orson Wells. Demonio de sitio para ir a vender seguros de vida, de vivienda y de tierras a los lugareños. La vida se le iba de las manos.
Le dominaba la rutina, la falta de miras mayores, sólo su estúpida labia le libraba de tener que mendigar al ejército de salvación, los kilómetros pasaban bajo el chasis. Dios, aún le quedaban casi treinta más hasta A Pallota.
Menudo nombrecito para un poblacho de paletos con dientes largos, comedores de maíz a todas horas, con sus cabellos rubios pajizos y su hablar desganado y por momentos inentendible.
¡Coño!, su jefe le decía que nunca vendería gran cosa si se dejaba dominar por prejuicios. Pero jefe, con mi labia puedo venderle un seguro hasta el mismísimo Satanás, el anticristo, joder… para cuando aquellos pueblerinos estuviesen algo más espabilados y supiesen qué diantres habían suscrito, la tierra ya ni existiría.
Seguro que habría sido ya devastada por el meteorito de las narices que venían anunciando los del National Geographic.
Y para entonces, él ya estaría… estaría en babia como ahora, dejándose sorprender por algo emergiendo del lado derecho de la carretera, algo que se dejó arrastrar bajo el parachoques del descomunal Qashqai, de sus chasis y del eje trasero hasta quedar paralizado e inerte detrás de ella.
Víctor maldijo su suerte, echando espumarajos por la boca. Puta criatura de las narices. Por el tamaño del impacto y del rebote de las suspensiones aquello debía de tratarse de un lobo o algo similar que anduviese a cuatro patas.
Frenó en sexo dejando el Qashqai paralizado en medio de la carretera, ligeramente escorado hacia el margen derecho, las escobillas despejaban el parabrisas del intenso aguacero que estaba cayendo en ese instante.
Víctor aporreó el volante fuera de sí. Tendría que salir a evaluar los daños y comprobar qué clase de bicho le había jodido la noche. Abrió la guantera para recoger la linterna halógena, echó para atrás el respaldo del asiento del acompañante para recoger el impermeable amarillo fosforescente y una vez puesto, salió del Qashqai. Se dirigió hacia la parte delantera e iluminó con el haz de la linterna el parachoques.
-- Joder, joder, puto lobo o mierda de animalejo que seas, ahí te pudras de por vida … –.
Tenía el lado derecho abollado por el impacto y parte del parachoques levantado. Ese era su sino. Su puta vida: siempre llena de imprevistos y de consecuencias similares. Desde luego que al nacer, no fue bendecido convenientemente, el cura estaría saturado de alcohol de 36 grados o con una fiebre palúdica, desvió la luz de su linterna y se encaminó hacia el cuerpo de animal … estaba a diez metros escasos … y desde los cinco metros pudo percatarse ya de que ese puto animal no era ningún puto animal, era una persona, o mejor dicho, el cuerpo hecho trizas de una persona.
Dios, el peso del Qashqai lo había reventado por completo y aquello que segundos antes albergó vida, era una muchacha joven y desnutrida.
Víctor transformó su arrebato de ira en un descontrolado nerviosismo, propio de alguien que acababa de llevarse por delante a un transeúnte. Iluminó levemente los retazos de la figura femenina y sin más se pudo extremadamente enfermo.
Sintió una arcada emocional que emergía de su estómago y le subía por el esófago hacia la boca, iba a echarse a un lado para vomitar su exceso de ansiedad, cuando vio otra figura ubicada cerca del Qashqai.
Nooo, nooo … era un hombre alto, vestido de negro, pantalones de agua, chubasquero y sombrero de ala ancha, tenía una edad determinada.
-- Yo … lo siento … siento mucho lo que ha pasado … la chica ha salido corriendo desde la floresta a la carretera y no me ha dado tiempo de frenar con la debida antelación … ya lo siento –. Balbuceó Víctor, avanzando paso a paso hacía aquel hombre.
Sería su padre lo más posible. Dios, y pensar que él era un agente de seguros de vida. El hombre permanecía entre las sombras: quieto, erguido, con la mirada clavada en Víctor.
-- Ya sé que no es el momento más propicio para comentarlo, pero tengo un seguro a todo riesgo … dentro de lo que cabe, esperamos poder resarcirle la pérdida de su familiar –.
El hombre le miró con mucha calma, eso le extrañó mucho a Víctor. No era nada normal comportarse así si alguien te acababa de matar a su hija …
-- Vida por vida –. Dijo al fin aquel hombre.
Víctor se acercó un poco más. ¿Qué diablos había murmurado?.
-- Esto … ¿Le importa repetir lo que ha dicho?, entre la fuerza de la lluvia y que me ha cogido de improviso, no le he entendido bien –.
Víctor se situó casi de frente, desvió el haz de la linterna hacia el suelo en perpendicular para no cegarlo.
Aquel hombre estaba más pálido que la muerte. Y su cabeza … Su cabeza giraba y giraba compulsivamente como si tuviera un ataque epiléptico. Una cabeza con mil facciones, mutando como la plastilina bajo el manejo de mil dedos.
-- Vida por vida … Víctor Veleiro te llamas … Ella se llamaba Sara Trelles … tenía 19 años … un cuerpo y una edad perfecta para albergarme, su morada era mi morada … su ser era mi esencia, su vida era la mía y ahora que acabas de echarme de mi casa, te reclamo a ti, Víctor Veleiro, como lugar de reposo … –.
Víctor estaba paralizado, los ojos negros del hombre eran dos enormes carbones encajados en las cuencas y su mente… aquello le estaba usurpando la mente.
-- Soy Malaquías y traigo conmigo a otros siete caídos, todos juntos viviremos dentro de ti, formando parte de tu propia vida –.
"Pues Cristo nos odia, y nosotros aborrecemos a las criaturas de Cristo. Y la manera de encorajinar a Cristo, es tomar la posesión de los cuerpos que Cristo ama. Y corromperlos hasta el fin de sus vidas, vidas como la de Sara, vidas como la tuya propia" y te enloqueceremos, y te haremos enfermar, y te haremos de escuchar nuestras propias voces, y te dominaremos a nuestro antojo y lo bueno, es que ni tú, ni Cristo puede impedirlo. Pues si de un cuerpo se nos echa, a otro nos trasladamos.
El cuerpo de la muchacha… quedó abandonado en la carretera.
Víctor Veleiro pensaba en ello de vez en cuando conforme conducía bajo la cacofonía de la lluvia, cuando lo hacía, las voces le dominaban, le hacían de seguir conduciendo que no pensara más en Sara. Que siguiera adelante…
Que continuara con su propia vida: "Tu vida es nuestra. Eres un campo fértil, y todo lo que coseches a partir de ahora, nos pertenece…" "No pienses en morir… pues ya estás muerto…" "En cuerpo, espíritu y alma".
Victor continuó conduciendo bajo la lluvia, ajeno a este mundo, perdido en las tinieblas …