Pueblo abandonado.
Artículo … 1.648.
Categoría … Relatos.
Publicado por … Bruno Fernández.
En Galicia aún se pueden encontrar pueblos abandonados. Pueblos mineros donde los inmigrantes venían en busca de grandes fortunas. Esos pueblos actualmente están cubiertos de maleza, incluidos dentro de los parques regionales donde cada fin de semana se reúnen cientos de familias para disfrutar de un buen rato.
Una noche de verano, fui con un grupo de tres amigos a andar por unos de esos parques regionales. Era una noche reinada por una luna llena que nos iluminaba el camino. No se escuchaba ningún ruido, ningún animal, árbol, nada. Sola mente se escuchaba a mis amigos hablar, gritar y reír mientras nuestra excursión iba avanzando.
Pero de forma inesperada se hizo el silencio. Un escalofrío me recorrió por la espada al ver las casas derruidas de ese pueblo minero. Mis amigos corrieron hacia el centro del pueblo, gritando, pensando en cómo nos íbamos a divertir entre esas ruinas.
Yo no pensaba así.
Yo tenía un mal presentimiento, algo que me incomodaba de ese pueblo. Uno de mis amigos pensó en ir a una de las casas a ver que había dentro. Otro pensó en hacer una prueba de valor, a ver quien se atrevía a entrar en la Iglesia ganaba.
A uno de mis amigos y a mí no le hizo ninguna gracia la idea. Los dos no estábamos cómodos en ese pueblo, sentíamos un dolor en el estómago, como si lo tuviéramos resuelto. Era muy extraño que los dos tuviéramos esa misma sensación, y eso nos ponía aún más nerviosos.
Mis amigos siguieron con lo suyo.
El primero entró y salió en 10 minutos. Al salir dijo que ahí no había nada interesante y que pasara el siguiente.
Así sucedió, el segundo de mis amigos fue en dirección a la Iglesia y se introdujo en ella. Esta vez solo duró cinco minutos. Salió visiblemente agitado y pálido, con dificultades en el habla. Cuando se relajó, nos explicó que había escuchado ruidos, pasos o algo parecido y que ya no podía pasar más tiempo allí dentro.
El siguiente era yo.
Estaba muy nervioso, mi dolor de estomago se hacía más fuerte a medida que me acercaba a la puerta de la iglesia. Abrí la puerta lentamente, poniendo atención a cualquier mínimo ruido que pudiera proceder del interior.
Una vez dentro, el dolor de estomago era muy intenso, parecía que iba a vomitar o que me iba a caer al suelo del dolor. La iglesia era muy sencilla, una iglesia protestante donde ya no quedaba mucha cosa en el interior debido a los saqueos. El dolor de estomago de izo tan intenso que me tuve que sentar en unos de los pocos bancos que había en el recinto.
Me senté mirando al altar, donde solo quedaba la mesa de ceremonias. Sentado allí escuche unos pasos en el altar, muy claros, pero no se veía nada. Empecé a tener miedo, quería salir de allí, pero al levantarme vi una sombra corriendo en el pasillo.
No me dio tiempo a reconocer que de que se trataba. Al ver esa sombra salí corriendo de esa iglesia en dirección a la plaza donde se encontraban mis amigos, pero allí no había nadie. Mis amigos habían desaparecido, se habían ido sin mí. Pensé que todo era una broma pesada, que se habían vuelto sin mí hacia sus casas.
Así que yo me dirigí hacia la mía, sin ningún otro problema durante el camino. Al día siguiente llame a uno de mis amigos, pero nadie contestaba. Llame a los otros dos, pero tampoco respondieron. Me pareció extraño, aunque pensaba que simplemente no me querían ver enojado por lo que paso en el pueblo abandonado.
Pero la policía llego a mi casa, acompañados de los padres de los otros chicos. Me informaron de que habían encontrado sus cuerpos colgando del altar de la iglesia. Con una inscripción en la mesa que decía: "Aún no os hemos abandonado".