Aventura en la piscina.
Artículo … 1.573.
Categoría … Noches de alcoba.
Publicado por … Bruno Fernández.´
Jamás pensé que ir a natación daba tanto juego, y eso que he pertenecido al Club durante dos años y jamás me había encontrado con lo que me ocurrió aquel día.
Estoy hablando de hace unos meses.
Yo estaba de exámenes en la facultad y no tenía clases, así que un viernes por la mañana, para relajarme un rato, se me ocurrió ir a la piscina cubierta del Pabellón a hacer algo de ejercicio. Al ser una mañana bastante fría, apenas había gente nadando, aunque de todas maneras por las mañanas no suele ir casi nadie.
Recuerdo que el vestuario estaba completamente desierto, y tan sólo me encontraba yo. Pensé: "Voy a tener toda la piscina para mí solo, cómo mola". Pero cuando salí del vestuario, me di cuenta que en el agua había algunas señoras. Y pensé: "Que poco le gusta nadar a los tíos". El caso es que me incorporé a la calle que está junto a los ventanales porque es la única en la que por la mañana da el sol y se está muy bien. Y descubrí que en esa calle había otro chaval como yo, de unos 22 años, que estaba haciendo unos ejercicios de respiración en el otro extremo. Terminé de hacer mis calentamientos y me zambullí en aquella refrescante y cristalina agua y comencé a nadar un poco de braza, que es mi estilo favorito.
Durante los primeros minutos en que permanecí en el agua, me crucé varias veces con aquel chaval. Nuestras miradas se cruzaron también en varias ocasiones y pude notar cómo él me miraba intensamente, como si me conociese de algo e intentase recordar de qué. Yo, que soy bastante cortado también le miraba, pero inmediatamente después seguía mi camino sin pararme y sin mirar atrás. Pero el tiempo fue transcurriendo y nuestros cruces de mirada eran cada vez más descarados, y yo me estaba empezando a poner un poco impaciente. Quería hablarle, decirle algo, provocar que los dos empezásemos a hablar y nos conociésemos, pero no conseguía romper el hielo.
Llego un momento en que los dos nadábamos el uno detrás del otro, y al llegar al final de la calle yo permanecía apoyado en la corchera, haciendo tiempo para que él llegara. Cuando se estaba aproximando, yo me sumergía en el agua para ver su cuerpo a través de las gafas anti-cloro. Eso me ponía a cien, sobre todo verle el paquete mojado a través del bañador. Él se dio cuenta e hizo una pequeña sonrisa, pero no dijo nada.
Se puso frente a mí, apoyado en la otra corchera, y comenzó a sumergirse también el agua. Yo estaba nervioso y no me atrevía a meterme bajo el agua mientras él estaba sumergido, así que cuando él subió a flote me sumergí yo.
El tío estaba cachondísimo y como sabía que yo le estaba mirando el paquete desde el fondo de la piscina, comenzó a meterse la mano por el bañador y a meneársela. Dios, cómo me estaba poniendo. De un momento a otro iba a alargar la mano a coger aquel delicioso regalo, pero no me atreví, así que salí de nuevo a flote, tomé aire y empecé a nadar de nuevo, aunque la imagen que acababa de ver no se me borraba de la cabeza.
Cuando llegué al otro extremo de la calle, decidí salir del agua, coger mi toalla y meterme corriendo en el vestuario.
No podía soportar estar allí junto al chaval aquel sin atreverme a decir nada, así que pensé que lo mejor era largarme y no pensar más en aquello. Me metí en la ducha y empecé a enjabonarme. Pude escuchar la puerta del vestuario, y me imaginé que sería alguien que venía de fuera para bañarse en la piscina.
Escuché cómo abría su mochila y caminaba hacia las duchas. Me limpié el jabón de los ojos y levanté la mirada. ¡Joder! ¡Era el chaval que estaba nadando en mi calle!.
Me puse súper nervioso porque sabía que no me atrevería a decirle nada. Se metió en la ducha que había junto a la mía, se quitó el bañador y empezó a enjabonarse. Yo aproveché que él tenía los ojos cerrados y la cara llena de jabón para "echar un vistazo" por encima del murito que separa cada ducha. Su polla estaba gorda como una morcilla. Con una mano se enjabonaba la cabeza y con la otra no dejaba de acariciar su pene. No pude resistirlo más y le dije: "¡Buena pieza!", y él me dijo: "¿te gusta?". Entonces le contesté que me molaba mucho.
Inmediatamente salió de su ducha y se metió en la mía. Mi corazón iba a 100 y por mi cabeza pasaban mil ideas a velocidad de vértigo. Vino directamente a por mi bañador, me lo sacó rápidamente y comenzó a manosearme los huevos.
Mi polla estaba como nunca, lista para lo que hiciese falta. Después de preguntarnos nuestros nombres comenzamos a abrazarnos y a besarnos bajo el agua de la ducha que no cesaba de caer. Nuestros cuerpos, aún enjabonados, estaban súper suaves. El roce de su polla con la mía provocaba en mí un placer intenso que quisiera conservar toda la vida.
Su miembro erecto era delicioso en mi boca y sus labios carnosos eran un placer para mi paladar. Cómo pude disfrutar aquella mañana. Cuántas sensaciones, cuánto placer compartido con aquel chico en la ducha de la piscina. Estuvimos más de 10 minutos pegados el uno al otro, abrazándonos fuertemente, comiéndonos nuestros labios, restregándonos mutuamente nuestras pollas por delante y por detrás, emitiendo un pequeño gemido de placer cuando por fin casi nos corrimos a la vez.
Su semen salió disparado hacia mis manos, que lo recogieron generosamente, y, según él me había pedido, yo me corrí en su pecho al tiempo que no dejábamos de morrearnos y disfrutar de nuestras pollas. Fue un momento apoteósico que pasó rápidamente, pero que los dos, bajo el agua de aquella ducha, en aquel vestuario vacío, pudimos saborear y gozar intensamente.
Allí estábamos los, con nuestros cuerpos jabonosos y resbaladizos, cubiertos ahora de semen, calientes (casi hirviendo), sin dejar de cogernos los huevos, sin parar de manosear nuestras enormes pollas, sin poder dejar de besarnos por todo el cuerpo, con nuestras piernas entreabiertas, rozándose constantemente, abrazados fuertemente el uno al otro, casi enroscados a presión.
Menos mal que durante todo ese tiempo no entró nadie al vestuario. Lo pasé genial, y actualmente Alex (como se llama este chaval) es mi mejor colega. Y por supuesto, ahora siempre vamos juntos a natación.