Leyenda Francesa de la Tarasca.
Artículo … 1.750.
Categoría … Leyendas.
Publicado por … Marcos Castro.
La Tarasca es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre Santa Marta.
Mientras Marta estaba en Aix con Magdalena y Maximino, que fue el primer Obispo de esa ciudad, los diputados de la ciudad vecina de Tarascón, atraídos por las historias de los milagros de los siervos de Dios, vinieron a suplicarles que derrotaran a un monstruo que devastaba su territorio. Marta tomó permiso de Magdalena y de Maximino, y siguió a estos hombres.
Según cuenta la leyenda, esta criatura habitaba en Tarascón, Provenza, y devastaba el territorio por doquier.
Al llegar a las puertas de la ciudad todo el pueblo los estaban esperando, pero al verla a ella sola muchos le dijeron que no tenían esperanza de que una sola mujer pudiera vencer a ese poderoso monstruo. Ella sólo respondió preguntando dónde se encontraba ese famoso dragón. Entonces se le mostró un pequeño bosque cercano a la ciudad, y ella se dirigió allí enseguida y sin ninguna defensa.
Luego se escucharon algunos rugidos, y todos en el pueblo temblaron y se compadecían de esa pobre mujer, que había emprendido un trabajo en vano, sin armas, y a un lugar en donde ningún hombre armado del pueblo se atrevía a ir. Pero pronto los rugidos cesaron, y Marta reapareció, portando una pequeña cruz de madera en una mano, y en la otra al monstruo, atado a una cinta que ella había tomado de sus vestiduras. Así avanzó en medio de la ciudad, glorificando el nombre del Salvador y entregando al pueblo al dragón, como si fuera un juguete y aun ensangrentado de su ultima victima.
En esta leyenda descansa la veneración que dedicaron a santa Marta los habitantes de Tarascón. Una fiesta anual perpetúa el recuerdo de la victoria de la santa sobre la Tarasca, ya que el dragón tomó el nombre de la ciudad afectada por él. La víspera de este día solemne, el alcalde de la ciudad, al sonido de las trompetas, hace publicar que todos los habitantes quedan prevenidos de la salida del dragón, y que no se hace responsable de ningún herido ni de daños provocados por él. Al siguiente día toda la ciudad está en las calles a la espera de la salida de la Tarasca.
La Tarasca, un animal representado de manera repulsiva, para recordar al dragón de la antigüedad, podía tener hasta veinte pies de longitud, una enorme cabeza redonda, una inmensa boca, que se abre y cierra con un resorte, unos ojos brillantes, un cuello que entra y se alarga en el cuerpo gigantesco, que está destinado a contener las personas que lo hacen mover; y por último una larga cola que se mueve a doquier y que podía provocar heridas a los que se le acercaban.
El segundo día de la fiesta de Pentecostés, a las seis de la mañana, treinta caballeros del tarasque, vestidos con túnicas y adornos instituidos por el rey, vienen a recoger al animal a su guarida. Doce caballeros entran es su vientre y le imparten el movimiento, mientras que una joven vestida como santa Marta le ata una cinta azul al cuello y se ponen en marcha bajo los gritos de la multitud. Si algún curioso pasa demasiado cerca, la Tarasca alarga el cuello y lo toma con su boca por el calzón, manteniéndolo sujeto hasta lanzarlo a la multitud.
Si algún imprudente se aventura detrás de ella, la Tarasca, de un golpe de cola, lo lanza nuevamente. Cuando se siente muy asediado, sus ojos lanzan llamas, que llegan a setenta y cinco pies y que que queman todo lo que se encuentra a su paso. Por otra parte, si el dragón, en su camino, advierte algún personaje importante de la ciudad, va hacia él con mucha amabilidad, envuelve su cola de alegría y abre su boca en señal de hambre, y el individuo agraciado, que sabe lo que quiere decir, le lanza una moneda, que al final viene a parar a los caballeros que lleva en el vientre.
Cuando la guerra entre Arles y Tarascón, los de Tarascón se rindieron al ser tomado el pueblo. Los de Arles no encontraron mejor forma de humillar a los vencidos, que quemar a la Tarasca en un lugar publico. Era un dragón de gran valor, con unos mecanismos muy sofisticados y que había costado en aquella época unos veinte mil francos en su construcción.
Desde aquel tiempo, en Tarascón nunca se ha podido sustituir una Tarasca como aquella. Ahora tienen una más pequeña y pobre en comparación con la que fue quemada, y es la que visitamos, y que nos pareció, a pesar de los lamentos de nuestro guía, de un aspecto bastante bueno.
Ahora, como en toda tradición hay una parte de historia, y en todo milagro un punto que puede explicarse, es probable que un cocodrilo venido de Egipto, como el que se mató en el Ródano y cuya piel se conservó hasta la Revolución en el Hotel de Lyon, hubiera establecido su guarida en los alrededores de Tarascón, y que Marta, que había aprendido cómo se atacaba a estos animales con personas que habían vivido a la orilla del Nilo, llegó a vencer a este monstruo en la ciudad, donde su recuerdo se guarda con tan grande honor.
Fuente … Cialatarasca.
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