Aquel verano.
Artículo … 1.609.
Categoría … Relatos.
Publicado por … Bruno Fernández.
Cloc, cloc, cloc. Las gotas de agua caían contra el cristal mientras ella se entretenía en contarlas. Cloc, 345; cloc, 346; cloc, 347.
Qué lejos quedaba ya el verano, más lejos aún, quedaba aquel verano, el verano de su veintidós cumpleaños, el verano, con mayúsculas, porque como para todo el mundo, para ella también hubo un verano distinto a todos los demás, uno que recordaría siempre, uno que aún recordaba.
Él, porque siempre hay un él en un verano así, era el hombre de su vida, inteligente, divertido, espontáneo, el tipo de hombre con el que cada momento es una aventura y cada aventura es un sueño hecho realidad, o mejor aún, un sueño que no sabía que tenía.
Aquel verano, su verano, cogió toda su sensatez y la tiró por la ventana, rió como nunca había reído y lloró con toda su alma.
Cerró los ojos, y de nuevo volvía a tener veintidós, y de nuevo llevaba aquel vestido celeste que la hacía sentirse capaz de conquistar el mundo, de volar sobre él, porque ese vestido era del mismo color del cielo y con él ella era capaz de volar.
Y volvió a encontrarse con él, y ahora sonreía, como sólo los años te pueden hacer sonreír ante la visión del hombre amado y perdido. Y él estaba allí, tan irresistible, tan imprudente, tan genuino, tan peligroso como aquel verano.
Y ella nada sabía de la fecha de caducidad que traen los amores de verano, pensaba que cada día de su vida podría nadar desnuda junto a él en el mar, juraba amor eterno, sin ser consciente de cuánta verdad había en aquellas palabras. Y reía, reía sin preocupaciones, se escapaba a hurtadillas de su casa, para que sus padres no la viesen, se maquillaba más de la cuenta y llevaba siempre menos ropa de la que correspondía.
Cloc, 348; cloc, 349; cloc, 350.
Aquel verano, aquel verano ella pensó que no terminaría, que la lluvia no llegaría a llevarse su calor, que la sonrisa de él no se difuminaría entre las hojas de otoño. Aquel verano el tiempo no existió, y el nunca solo era un reto para convertirse en ahora y el imposible era una carcajada y un porqué no.
Pero llegó el otoño y después el invierno, y él dejó de ser el sol y ella dejó de ser el cielo. Su sonrisa de pronto no fue cálida, bañarse en el mar no era ya una aventura, los abandonaron las aventuras y los sueños se retiraron entre la bruma de la niebla, y se despidieron.
Él se marchó, y el verano terminó.
Pero ahora, que contaba las gotas, ahora, que había hecho las paces con el tiempo y con el invierno, ahora que ya no corría con su vestido celeste, ni quería vivir para siempre. Ahora que sabía que hay amores eternos que duran un instante, ahora, sonreía y daba gracias por haber tenido su verano, aquel verano…
Cloc, 351; cloc, 352 …
Publicado por… Miriam Moreno Palomo.
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