20 enero 2015

Guerra Civil Española (III): La República beligerante.

Diego Barrios con el presidente de la Generalitat
Fuenterebollo

BenjaminGuerra Civil Española (III): La República beligerante.
Artículo … 1.392.
Categoría … Historia.
Publicado por … Benjamín Castro.

Ante la consumación del Golpe de Estado, el Gobierno de la República responde con una moderación que en parte buscaba cauces de diálogo con los insurgentes y en parte demostraba su escasa capacidad de reacción. El mismo 18 de Julio, Casares Quiroga dimitió e inmediatamente se formó un nuevo Gobierno presidido por Martínez Barrio, que intentó entablar negociaciones con Mola y se opuso a entregar armas a los obreros, como pretendían socialistas y anarquistas, ante el temor de que se produjera una revolución proletaria desde el interior de la República. Cuando Mola rechazó la negociación, las presiones socialistas aumentaron y el Gobierno, que se había formado cuando se encendían los faroles de Madrid ese 18 de Julio, dimitió antes de que se apagaran a la mañana siguiente.

El nuevo Gobierno de la República lo presidió José Giral, que fue quien realmente tomó las primeras medidas para transformar la labor ordinaria de gobierno y hacer frente a la guerra; las más importantes de estas medidas fueron la transformación de la Guardia Civil en Guardia Nacional Republicana y la incautación de las industrias y tierras abandonadas por sus dueños. Sin embargo, la marcha de la guerra fue muy negativa para la causa republicana; el avance de las tropas nacionales sobre Madrid hizo que Giral renunciara a sus poderes en septiembre.

Se formó un nuevo gabinete de concentración con mayoría socialista, al frente del cual se situó el líder socialista Largo Caballero, que transformó radicalmente el modo de llevar la guerra, lo que abrió una lucha interna en el bando republicano. Sin un ejército regular de las dimensiones del de los sublevados que oponer a su avance y con buena parte de los mandos que había permanecido fieles a la República bajo sospecha, Largo alimentó su fama de Lenin español con la decisión de levantar en muy corto espacio de tiempo un ejército republicano al estilo del Ejército Rojo, formado de la nada por los bolcheviques para defender la Revolución en la Guerra Civil contra los Ejércitos Blancos. Para ello, Largo pretendía basar la fuerza del ejército republicano en la alianza de los sindicatos UGT y CNT, como únicas fuerzas capaces de movilizar a las clases trabajadoras en favor de la República.

Frente a esta idea se encontraba buena parte del Partido Socialista y, sobre todo, el Partido Comunista, fuerza minúscula al comienzo de la guerra pero con una gran capacidad de dirección en la guerra y con la fuerza que le otorgaba ser el receptor directo de la ayuda en material militar que llegaba procedente de la URSS. Ambas fuerzas pretendían concentrar todo el poder en el estado (y los partidos políticas que lo sostenían), arrebatando el control de la contienda a los sindicatos.

Ante el cerco del ejército nacionalista a Madrid, el gobierno de la República y las Cortes abandonaron la capital y se instalaron en Valencia. Allí reunidas, las Cortes aprobaron el estatuto de autonomía vasco, que apenas pudo tener aplicación ante la caída de su territorio bajo el control de los alzados. La importancia dada por Largo Caballero a las centrales sindicales permitió que la CNT y la FAI llevaran a cabo una revolución social paralela al desarrollo de la guerra. Esta revolución se materializó en la expropiación y colectivización de industrias y tierras de cultivo, sin el consentimiento, pero también sin la oposición real del gobierno; las zonas más afectadas por esta revolución social fueron Catalunya, donde la CNT llegó a controlar cerca del 70% de las empresas; y la parte de Aragón aún en manos republicanas, donde se implantó una reforma agraria colectivizadora.

Frente a la opción tomada por Largo Caballero, tanto el Partido Socialista como el Comunista entendieron que la victoria en la contienda civil dependía de la capacidad de entendimiento entre ambas fuerzas políticas y la participación de todos los defensores de la República. A este conjunto resultaban ajenos los anarquistas, primero porque buena parte de ellos pretendían realizar (tal como estaban haciendo en Catalunya) una verdadera revolución interior e implantar un comunismo libertario radicalmente opuesto a la legalidad constitucional republicana; en segundo lugar porque su falta de disciplina y la negación de sus líderes de militarizar sus tropas estaban evidenciando su ineficacia en los frentes. El acuerdo entre socialistas y comunistas triunfó inicialmente en Catalunya con la creación del Partido Socialista Unificado en Catalunya (PSUC), que pretendía eliminar a la CNT y el POUM, lo que produjo sangrientos enfrentamientos en las calles de Barcelona en mayo de 1.937. La negación de Largo Caballero de ilegalizar al POUM le enfrentó a los dirigentes de su propio partido y al cada día más poderoso PCE, lo que le condujo a la dimisión.

Le sustituyó al frente del Gobierno el también socialista Negrín, y tomó la cartera de Defensa Prieto; inmediatamente, no sólo se ilegalizó el POUM, sino también se exigió a la CNT que integrara en la disciplina militar a sus tropas. El gobierno Negrín trató de cambiar la dirección política y económica de la República beligerante, lo que se materializó en una disminución del peso de los sindicatos y su práctica revolucionaria y un aumento de la presencia de los partidos políticos, en especial del socialista, pero cada vez más del comunista.

La influencia del Partido Comunista creció tanto por ser el interlocutor directo de la Unión Soviética (de donde procedían las únicas armas que recibía la República) como por su labor de control sobre los mandos militares y la policía. Al mismo tiempo, el gobierno Negrín pretendió retomar el control de la economía, en especial para conseguir una mayor producción de todos los órdenes que paliara la creciente carencia de víveres y pertrechos civiles y militares. Fue esta carencia y los reveses continuos en la guerra lo que fue reduciendo la capacidad operativa del Gobierno hasta el final de la guerra. Llegado éste, sus miembros, como una parte importante de los ciudadanos fieles a la República, debieron emprender el camino del exilio.

Fuente … Guerra Civil.

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