Sucedió en Navidad.
Artículo … 1.366.
Categoría … Noches de alcoba.
Publicado por … Bruno Fernández.
Relato no recomendado para menores de 18 años.
Era Navidad, en la que todo el mundo estaba en familia, mi amante y yo habíamos ido a una de esas casas rurales en la casa de su hermana. Estábamos tomando nuestro ponche con su respectivo picoteo, ya estaba un poco entrado, se escuchaba una música que animaba a cualquiera, en eso ella me dijo que si no la acompañaba a la casa de su hermana, ya que se sentía un poco mal.
Dentro de la casa ella se dirigió a una habitación y se acostó. En ese momento yo también lo hice, la abracé acariciando su cuerpo tibio y sin menospreciar sus ricas nalgas que estabas exuberantes y apetecibles, empecé a ponerla a tono, ella se dejaba llevar sin reprochar nada, llevaba una minifalda que dejaba ver todo desde cualquier ángulo.
Poco a poco le fui levantando su falda hasta tocarle su chocho que ya para ese momento estaba mojado y caliente; ella dejó soltar un quejido, abriendo por completo sus piernas, llevaba un tanga pequeño que no me fue difícil introducirle un dedo y nuevamente dejó salir otro quejido, le empecé a frotar sus pechos y a besárselos con ese afán que tiene uno de desesperación.
Ella me dijo: "Quiero que me cojas en este mismo preciso o no respondo". Tarde ni perezoso le empecé a bajar el tanga y le hice sexo oral, estaba en su punto, mientras tanto ella tocaba mi entrepierna que ya estaba todo erecto y sediento, listo para entrar en acción, al igual que yo, ella me empezó a comer mi polla, lo hacía muy bien, lo succionaba fuertemente, tratando de exprimirlo y dejarlo completamente seco.
Mientras tanto la música seguía amenizando la fiesta sin saber lo que ese momento nosotros hacíamos.
De repente, ella se levantó por completo, se estaba viniendo, había llegado a la cúspide, aventaba chorros de su líquido. Se había corrido en mi boca, sentía morirse de la felicidad. Inmediatamente le introduje mi polla y se retorcía, me pedía que la cogiera como un animal, acto seguido yo se la introduje con furia, ella me arañaba la espalda como una gata salvaje y sin piedad.
Nuevamente me decía que quería más, y eso hice. Nunca me lo había pedido así y yo seguía con mas fuerza hasta que los dos nos quedamos quietos, estábamos explotando con una furia que un volcán se quedaba pequeño.
Nos estábamos adentrando en el paraíso, terminamos nuestra lujuria, y ella me dijo que ya se sentía mucho mejor, que con la medicina que le di mejoró.
Regresamos a la fiesta, sin que nadie sospechara de lo que se había vivido en esos momentos.
¡Que morbazo! Estar ahí "pimba pimba" mientras la family está en otro lugar de la casa... Buffff.
ResponderEliminarUn saludo y te sigo leyendo.
Interesante historia, un poco morbosa, la verdad.
ResponderEliminarBesitos !!.