25 febrero 2014

En medio de la tormenta.

1.041 | En medio de la tormenta.
Noches de alcoba.
Relato no recomendado para menores de 18 años.

En medio de la tormenta
ABC

Son las cuatro de la mañana y afuera la tormenta no da señales de amainar. Siento frío, mis pezones se encuentran erizados mientras escucho el sonido de la lluvia al azotar la ventana. Junto a mi se encuentra él. Tan bello, tan mío, tan amado.

Lo conocí en la universidad cuando ambos estudiábamos la carrera de medicina, fuimos amigos mucho tiempo pero él nunca reparaba en mí. Me costó una larga espera, días y días de soledad pero al fin lo tengo aquí conmigo y siento que ningún sacrificio, ninguna espera es larga por que yo siempre estaré aquí para él.

A medida que los minutos mueven las manecillas del reloj, siento hacer en mi vientre el deseo, casi duele de tanto que añoro su esencia varonil en mi interior. Lo miro con la profundidad de mi amor reflejada en mi rostro y lentamente dirijo mi mano derecha a su mejilla, suavemente le acaricio.

Como si fuera un explorador que recorre los montes, mi dedo se desliza por su cuello y reposa largo rato en su clavícula, luego asciendo y dibuja amoroso y tierno el contorno de sus labios. Él despierta, abre perezosamente sus pestañas y sonríe, con esa sonrisa pícara tan característica, tan suya. Yo tiemblo, siempre ha sido así. Mis nervios no soportan todo el peso de su mirada en mí, mi frecuencia cardíaca aumenta y me siento flotar.

Él acerca su boca a la mía y comienza el ritual del beso, ritual por que no puede ser un simple beso lo que él y yo compartimos, más bien es un rito pagano, casi una herejía. Su ser absorbe el mío por completo transportándome a un mundo donde sólo con él puedo llegar.

Sus manos morenas recorren mi cuerpo, mis senos, mi vientre, la esencia de mi feminidad. Gimiendo le digo:
-- Alex, no puedo más. Lléname de ti mi amor, hazme sentir tu hembra, que me deseas más que a nada –.

Él tan impasible, como si tal cosa, me mira sonriendo y dice:
-- Calma, aún no es el momento –.

Sigue acariciándome, su boca desciende hasta mi cuello y con su lengua dibuja sus contornos, se detiene en la base y me da un profundo beso. Luego, continúa su torturante viaje hacia mis senos y ahí se deleita largo rato, chupándolos, mordiéndolos, succionando con vigor como si de un bebé se tratase.

Siento sus manos en mis caderas y su boca en mi ombligo. No puedo más y mi cuerpo indefenso se contorsiona en una alocada danza orgásmica. Su lengua separa los pliegues de mis labios vaginales y degusta mi esencia. Lentamente, asciende rozando su pecho con el mío y me da un largo beso en el que puedo saborear mi propio ser a través de él.

Yo acaricio vigorosamente su espalda mientras que muevo ansiosamente mis caderas esperando el glorioso momento de ser cabalgada. La espera ha valido la pena, su virilidad penetra con fuerza y seguridad mi feminidad, lo acojo con alegría disfrutando de cada una de sus furiosas acometidas hasta que juntos llegamos al momento en que su ser se vacía en mí.

No puedo ser más feliz, mientras que afuera la tormenta continúa su curso.

» Bruno Fernández.

4 comentarios:

  1. Me encanta... que historia tan tierna.

    Un saludo y te sigo leyendo.

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  2. Un casquete en plena noche de lluvia mola mucho, pero si hay tormenta... yo me descentro, me da por ponerme a ver los relámpagos y los rayos..., claro que si amaina... y no me duele la cabeza...

    Bicos Ricos

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  3. Pues a mi me encanta un casquete con lluvia y tormenta, lo hace más romántico ;).

    Un abrazo niño !!.

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  4. Una noche mágica: lluvia, tormenta, estar con la persona que más quieres disfrutando de este momento de pasión.

    Un abrazote.

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