569 +18 Sueño de año nuevo
Alex dejó el mando del televisor con desgana encima de la mesilla. Había estado pasando canales por inercia, sin encontrar nada que no se pareciera a los típicos especiales de Fin de año. Basura que le recordaba que había pasado otro maldito año de ausencia.
Acomodó su cabeza en el respaldo del gastado sillón, mirando el techo fijamente. Ni siquiera había comprado las "uvas de la suerte". ¿Para qué? Total, estaba apunto de recibir el nuevo año totalmente solo, hundido en su pena, recordando cada día más a aquel ser que le llenaba de alegría y luz la vida.
Elías…
Pensó en el día que se conocieron, en aquella clase del instituto en el que ambos estudiaban. Recordó como se fueron haciendo amigos, día tras día, y como… se enamoró de él. Cuando entraron en la Universidad, Alex ya era consciente de su homosexualidad, y de su amor imposible por Elías, su mejor amigo. Le dolía mucho, pero prefirió callar para al menos conservar su amistad.
Una sonrisa le dibujó en los labios de Alex. Aquella calurosa noche, tan apacible, tumbados en la arena de la playa, observando la lluvia de estrellas. Aquella noche, Elías le había confesado que lo amaba desde hacía tiempo. Y el corazón de Alex sintió que reventaría de tanta felicidad. Su sueño cumplido.
Besos robados, tímidas caricias y dulces palabras llenaron los días siguientes. Pero la dicha no duró mucho, ya que una semana después de la confesión mecida por la brisa del mar… Elías falleció en un accidente de tráfico.
A Alex se le partió la vida entera.
De pronto, notó como despertaba. Se había quedado dormido en el sillón frente al televisor, que estaba apagado. ¿Habría entrado ya el año nuevo? Seguramente, pero no le importaba demasiado. Se incorporó para dirigirse a la cama, cuando una voz le sobresaltó…
-- Cielo, te has quedado dormido en el sofá –.
Alex se volvió lentamente, asustado. ¿Quién habría entrado en su casa? Y cuando se hubo girado del todo, se le heló la sangre en las venas. Allí, sentado en una silla, con un libro en las manos, estaba él. Elías.
¿Estaría soñando? Hubiera jurado que sí, de no encontrarse tan despierto como se encontraba. ¿Era un fantasma entonces? Pues si lo era, no lo parecía, porque estaba tan guapo como siempre…
-- Amor, ¿te pasa algo? Me estás mirando de una forma muy rara (Elías dejó el libro sobre la mesa, y avanzó hasta Alex). Mmmm, no me digas que sigues enfadado por la tontería de ayer. Anda, ¿no me lo vas a perdonar nunca? –. Comenzándole a besar el cuello con ternura.
Alex no sabía como reaccionar…
-- ¿De que hablas Elías? –.
Aunque, que más daba… lo único cierto era que Elías lo estaba abrazando y besando. Que estaba unto a él.
-- Vamos a la cama, mi castigo ha durado demasiado, y ahora tengo ganas de ti –.
Alex fue arrastrado hasta su propia cama, y empujado sobre ella. Elías le iba quitando la ropa poco a poco, mientras le inundaba el cuerpo de besos húmedos, cada vez más apasionados, hasta el punto que comenzaban a convertirse en mordiscos. Alex, instintivamente, posó su mano el la entrepierna erecta de Elías, acariciándolo con fuerza y ritmo desde el principio. Buscó sus labios, para dejar que ambas lenguas jugasen con libertad.
La creciente excitación de Elías hizo aumentar la suya propia. Paró en seco la masturbación y el beso, para quedarse durante unos instantes mirando fijamente los ojos de Elías. Sonrió. No dijo nada; no eran ya necesarias las palabras. Alex se arrodilló con rapidez, y comenzó a lamer la polla de su amor primero con pequeños roces de su lengua, luego de forma más intensa, hasta meterlo en su boca de pleno.
-- ¡Mi amor!… sigue así, lo estás haciendo mejor que nunca –. Los gemidos de Elías lo estaban provocando más y más.
Claro que lo estaba haciendo mejor que nunca, es más, para Alex era la primera vez con Elías, porque él había fallecido hacía años. Y en cambio, estaba ahora allí, metiendo su cada vez más endurecida polla en la boca de Alex. Y pronto, aquello dio sus frutos: la leche blanca comenzó a ser disparada dentro de la garganta del joven, que no tuvo más remedio que tragar para no ahogarse. Lo tomó todo, lamiendo, succionando hasta la última gota. Gozando del sabor como un loco.
Porque Alex no era ya dueño de sus actos. Se tumbó en la cama mirando el techo, abriendo las piernas frente a Elías.
-- Vamos, mi vida, tómame como nunca lo hiciste… fóllame hasta que pierda la razón, mete tu polla en mi cuerpo con fuerza, desgárrame… ¡te quiero tanto! –.
Elías no se hizo esperar ante aquella visión y aquellas palabras tan provocativas. Se tiró encima de Alex, sin ningún tipo de cuidado, con la polla erecta de nuevo. Levantó sus piernas, y le penetró sin pedir permiso.
-- ¡Si! ¡si! ¡si! ¡Por Dios no pares nunca! ¡Fóllame más fuerte, más dentro! –.
-- Claro que te voy a follar más fuerte… ¡te voy a reventar de placer! –.
Los movimientos de Elías se fueron acelerando hasta que no pudo soportar más, eyaculando de forma violenta dentro de Alex…
-- ¡Feliz 2.013! –.
Alex despertó sobresaltado. Miró la televisión, y vio como los presentadores se abrazaban con copas de champán en las manos. Al fondo, el reloj de la Puerta del Sol marcaba ya las 0h00. Se había quedado dormido, y todo, había sido un sueño. Qué cruel su subconsciente, hacerle creer durante unos minutos que Elías estaba vivo, junto a él, haciéndole el amor.
-- ¡Mierda! –. Se levantó con rabia apagando el televisor, lanzando el mando contra la mesa.
-- ¿Por qué gritas, cariño? ¿Por haberte quedado dormido y no haber podido ver las campanadas? Perdona, pero te veías tan guapo en tus sueños que no he tenido valor de despertarte –.
Alex miró el sillón de al lado. Allí estaba Elías, medio tapado con una manta, cerca de la estufa. Era él, pero estaba cambiado. Ya no era el chico de 20 años que falleció en aquella carretera, aquella terrible mañana. Parecía más mayor, como si tuviera… 25 años más o menos. Vaya, justo la edad que debía tener Elías de no haber fallecido.
-- Vamos, Alex, no me digas que sigues enfadado por la tontería de ayer. Vale, ya sé que fue una estupidez por mi parte coger la moto sin el casco, pero lo olvidé. Lo siento de veras (levantándose para abrazar a Alex). Ya sé que tienes miedo por el accidente que tuve hace cinco años, que lo pasaste muy mal mientras estuve en coma… pero todo aquello quedó atrás. Logré recuperarme y todo está bien –.
Alex fue incapaz de decir nada, solo pudo resguardar su rostro en el pecho de Elías. No sabía quien le había dado una segunda oportunidad, pero fuera quien fuera le estaría eternamente agradecido.
Autor | Dame Noire
Bruno Fernández (@BrunoFdz)
He de reconocer que la historia me ha descolocado un poco, pero la tuve que leer dos veces para entenderla, pero bueno, me ha encantado.
ResponderEliminarUn saludo y te sigo leyendo.
¿Era un sueño? ¿Elías es un resucitado?...
ResponderEliminarPor lo general me ha gustado el relato.
Un abrazo chico !!.
No sé de donde sacaste el nombre de ELÍAS, pero según la apocalíptica judía, el profeta ELÍAS es el que ha de venir antes del MESÍAS, jejeje, lo que no sabía es que regresaria como un gay jovenzuelo con pareja... ¿Entonces, el apocalipsis, para cuando? jejeje.... Los mayas no fallaron entonces la predicción, es que el precursor del fin del mundo se enamoró... ¡qué cosas!
ResponderEliminar@Observatorio mejor que se enamore a que acabe con el mundo ¿no?.
ResponderEliminarMe ha encantado este relato, aunque leyéndolo me iba gustando más y más hasta que resucitó.
¡Ay, el amor!.
Un abrazo niño !!.
Conmovedor relato.
ResponderEliminarUn abrazo !!.