555 Rafael Pombo – Noche de Diciembre
Noche como ésta, y contemplada a solas
no la puede sufrir mi corazón:
da un dolor de hermosura irresistible,
un miedo profundísimo de Dios.
Ven a partir conmigo lo que siento,
esto que abrumador desborda en mí:
ven a hacerme finito lo infinito
y a encarnar el angélico festín.
¡Mira ese cielo!… Es demasiado cielo
para el ojo de insecto de un mortal;
refléjame en tus ojos un fragmento
que yo alcance a medir y a sondear.
Un cielo que responda a mi delirio
sin hacerme sentir mi pequeñez;
un cielo mío, que me esté mirando,
y que tan sólo a mí mirando esté.
Esas estrellas…, ¡ay, brillan tan lejos!
Con tus pupilas tráemelas aquí
donde yo puede en mi avidez tocarlas
y aspirar su seráfico elixir.
Hay un silencio en esa inmensa noche
que no es silencio; es místico disfraz
de un concierto inmortal. Por escucharlo
mudo como la muerte el orbe está.
Déjame oírlo, enamorada mía,
a través de tu ardiente corazón;
sólo el amor transporta a nuestro mundo
las notas de la música de Dios.
Él es la clave de la ciencia eterna,
la invisible cadena creatiz
que une al hombre con Dios y con sus obras,
y Adán a Cristo, y el principio al fin.
De aquel hervor de luz está manando
el rocío del alma. Ebrio de amor
y de delicia tiembla el firmamento;
inunda el Creador la Creación.
¡Sí; el Creador!, cuya grandeza misma
es la que nos impide verlo aquí;
pero que, como atmósfera de gracia,
se hace, entre tanto, por doquier sentir…
Déjame unir mis labios a tus labios,
une a tu corazón mi corazón;
doblemos nuestro ser para que alcance
a recoger la bendición de Dios.
Todo, la gota como el orbe, cabe
en su grandeza y su bondad. Tal vez
pensó en nosotros cuando abrió esta noche,
como las turbas su palacio un rey.
¡Danza gloriosas de almas y de estrellas!
¡Banquete de inmortales! Y pues ya
por su largueza en él nos encontramos,
de amor y vida en el cenit fugaz.
Ven a partir conmigo lo que siento,
esto que abrumador desborda en mí;
ven a hacerme finito lo infinito
Y a encarnar el angélico festín.
¿Qué perdió Adán perdiendo el paraíso,
si ese azul firmamento le quedó
y una mujer, compendio de Natura
donde saborear la obra de Dios?
¡Tú y yo me disputáis en este instante!
Fúndanse nuestras almas, y en audaz
rapto de adoración, volemos juntos
de nuestro amor al santo manantial.
Te abrazaré, como a la tierra el cielo,
en consorcio sagrado; oirás de mí
lo que oídos mortales nunca oyeron,
lo que habla el serafín al serafín.
Y entonces esta angustia de hermosura,
este miedo de Dios que al hombre da
el sentirse tan cerca, tendrá un nombre,
y eterno entre los dos: ¡felicidad!
Rafael Pombo (Bogotá, Colombia 1.833 – 1.912).
Considerado uno de los nombres fundamentales del romanticismo sudamericano y que fue coronado poeta nacional en 1.905. "Es Pombo un verdadero torbellino cósmico en el que el polvo de la tierra se mezcla a la ceniza de los sepulcros y al incienso de los santuarios para subir en columna vertiginosa a las alturas impasibles" (Rafael Maya).
Bruno Fernández (@BrunoFdz)
Con este poema las noches hacen que sean especiales.
ResponderEliminarUn abrazo niño !!.
¡Bonito poema!.
ResponderEliminarUn abrazo !!.
¡ Que bonito poema! ¡ Me ha gustado !.
ResponderEliminarEste mes os lo estáis currando de lo lindo.
Un saludo y te sigo leyendo.
Me ha gustado este poema.
ResponderEliminarUn abrazo chico !!.
Profundo poema, y es que solemos pensar que la mística son esos versos tan melosos y sentidos de SAN JUAN DE LA CRUZ o SANTA TERESA DE AVILA, pero lo cierto es que la mística, en este caso el poema de COMBO, no es otra cosa que bucear en lo profundo de nosotros e interrogarnos por Dios, cara a cara con el misterio, y luego intentar extravertir este interrogatorio, sea en el arte, en la literatura, en la existencia, en la vivencia... he aquí la auténtica mística... aunque no le déis muchas vueltas al asunto, pues hay un refrán español, muy mal pensado, que dice: "De místico a maricón, sólo media un escalón" aunque yo creo que ya había muchos beatos, meapilas y cofrades "armarizados" en los tiempos en los que se decía este refrán, jejeje...
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