05 diciembre 2012

Bajo la tormenta.

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Bajo la tormenta

Psicología en pareja

Una enigmática luna bruja se esconde tras las pesadas nubes. El cielo se va cerrando, ya no se ve ni una estrella.

La tormenta está a punto de desatarse.

Miro por el gran ventanal, vestido únicamente con unos finos pantalones y mientras mis pies descalzos juego con la mullida alfombra, un escalofrío me recorre la espalda por el agradable calor que desprende la chimenea. Oigo el agua de la ducha y mi imaginación vuelva a reunirse contigo, desnuda bajo el agua.

Un rayo ilumina el cielo, y al momento, las primeras gotas empiezan a caer sobre los cristales. La luz de la chimenea y de las velas arranca destellos de las gotas que se quedan en el cristal, mientras el rítmico sonido de la lluvia parece fundirse con la suave música que suena de fondo.

Se abre la puerta del baño, y apareces tú, con un corto camisón de satén blanco, el pelo suelto y todavía húmedo, y un brillo pícaro en los ojos. Estás preciosa. La temperatura de la habitación acaba de subir diez grados, ¿o ha sido la mía?. De repente recuerdo que debería volver a respirar… y que a mí también me apetece jugar.

Te ofrezco mi mano desde la ventana, invitándome a venir. Cruzas la habitación con ese andar tuyo tan sugerente, y una sonrisa en los labios. Coges mi mano y te atraigo hacía mí.

-- Mira esto –. Te susurro al oído, mientras te abrazo por la espalda.
-- Siempre me han excitado las tormentas, esa sensación de que el aire está cargado de estática, me hace sentirme más activo, más vivo… –.

La lluvia golpea contra el gran ventanal, y los relámpagos iluminan el cielo sin cesar, el espectáculo es impresionante. Admiro la tormenta, contigo abrazada, mientras me llega el dulce aroma de tu pelo húmedo. Un ligero movimiento tuyo me hace ser consciente de lo cerca que está tu cuerpo del mío, y de la calidez que desprende, tentado, invitando…

Inevitablemente mis manos se empiezan a deslizar suavemente por tu cuerpo, y mis labios aceptan la invitación de tu cuello para acercarse a él. Acaricio tus caderas, y voy subiendo por tu firme vientre, poco a poco, hasta llegar a tus senos, con los que juego un buen rato.

Tus pezones responden a mis caricias, y nuestros cuerpos empiezan a juntarse cada vez más. Desciendo con una de mis manos, muy despacio, paso rozando tu pubis, y llego a tus muslos, que voy acariciando provocadoramente, bajando un volviendo a subir. Llego a tu vulva, recorro los labios lentamente, están muy húmedos, y abriéndolos suavemente introduzco un dedo.

Viendo lo excitada que estás decido añadir otro dedo más al juego. Mientras sigo jugando, te bajo los tirantes del camisón que se desliza por tu cuerpo hasta mi mano, tu tiras de mis pantalones que caen al suelo. Retiro mi mano, para dejar caer también tu camisón y con mis dedos húmedos de ti empiezo a acariciar suavemente tu clítoris. Mis labios, lengua y dientes siguen recorriendo toda tu piel, el cuello, los hombros, la nuca, mordisqueando ligeramente el lóbulo de tu oreja.

Tu respiración se va acelerando mientras aumenta nuestra excitación, y noto como empiezas a jugar con tus nalgas frotándolas contra mi pene, que está duro como nunca. Sin parar de acariciar tu clítoris, bajo un poco mi posición, y empiezo a jugar con mi glande por tu vulva, acariciando, provocando. Presionas ligeramente hacia atrás, quieres tenerme dentro. Yo también me muero de ganas, pero retrocedo un poco, quiero provocarte un poco más, subir tu excitación a las nubes. Te sigo acariciando un poco más, con mi pene tu vulva, y con mis dedos tu clítoris. Te inclinas ligeramente hacia delante, apoyándote en el ventanal y me susurras: "Te necesito dentro de mi".

Me introduzco poco a poco, deleitándome con la sensación, y empiezo a moverme suavemente mientras acaricio tu espalda, tus caderas, tus nalgas… me encanta recorrer toda tu piel. Voy cambiando el ritmo, ahora más rápido, ahora un poco más lento, más profundo o quizás jugando solo con la punta todo vale con tal de que disfrutemos de este momento, de despertar en ti sensaciones que dejen pequeña la tormenta de fuera. Disfruto con cada suspiro de placer que das.

Va aumentando la excitación, el deseo, y cuando noto que nos acercamos al límite, bajo el ritmo, y me detengo. Estando todavía dentro de ti, y con la respiración acelerada, te digo al oído: "Espera… no tenemos prisa ¿no? disfrutemos del momento". Luchas un momento con el deseo, pero te incorporas y te giras hacia mí con una sonrisa provocativa, mirándome fijamente con esos ojos en los que podría perder mi alma. Me coges la cabeza entre tus manos y me besas, larga, profunda y apasionadamente.

Haces que me tumbe en la alfombra, te colocas a horcajadas encima de mí, y lentamente te vas deslizando sobre mi miembro erecto, hasta tenerlo completamente dentro. Suelto el aire y al mirarte, veo, por tu expresión maliciosa y divertida, que ahora eres tú la que quieres jugar. Te sonrío y digo: "Soy todo tuyo".

Te inclinas sobre mi, tu pelo cae en cascada sobre mi cara, y mientras me besas empiezas a moverte rítmicamente, tu también juegas conmigo, me llevas hasta el límite, para dejarme ahí colgado, anhelante, pero todavía no es el momento, quieres sentir mi excitación, ver como mi cuerpo responde a tus movimientos. Tienes el control y lo estás disfrutando.

Finalmente, mientras la tormenta de fuera parece estar justo encima de nosotros, nuestra excitación llega a su clímax, estás cabalgando sobre mi de una forma maravillosa, con tus manos apoyadas sobre mí, mientras yo te acaricio un pecho con una mano, y con la otra estimulo tu clítoris. Aceleras el ritmo, y llegamos al punto en el que ninguno puede pensar en nada, solo hay placer por cada poro de nuestro cuerpo, un calor en nuestro interior que amenaza con consumirnos. Gritas de placer, y al sentir tu orgasmo me es imposible aguantar más. Tenemos un orgasmo increíble, largo y muy, muy intenso.

Cuando vuelvo en mi, estoy abrazado a ti, y todavía tiemblo ligeramente. Te doy un beso lento, cargado de ternura, y mirándote fijamente te pregunto: "¿Te he dicho lo maravillosa que res? ¿No?. Será que no he podido mientras casi me matas de placer. Pero no pasa nada… la noche es joven". Sonriendo, te guiño un ojo, y esa sonrisa tan maravillosa vuelve a iluminar tu cara.

Abrimos una botella bien fría de champán y tumbados en la alfombra, frente a la chimenea, brindamos por nosotros, por lo que queda de noche… y de tormenta.

                     Celso de Ourense (@moradadelbuho)  

5 comentarios:

  1. Que delicia de relato, que bien cuidado a la hora de escribir.

    Un saludo y te sigo leyendo.

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  2. ¡Que bonita historia!... yo quiero una noche de esas (aunque no tenga chimenea) para pasar un buen rato con mi marido.

    Un abrazo chico !!.

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  3. Ummm, que delicia de historia, me ha encantado.

    Salu2.

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  4. Me encanta este tipo de relatos eróticos por el cual no se convierte en un guión de cine porno.

    Un abrazo !!.

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  5. Uhm, y a mi que las tormentas no me ponen... y me levantan dolor de cabeza... me encanta verlas, disfrutarlas, en ocasiones empaparme con ellas, olerlas, fotografiarlas, y no me veo yo en ese momento pendiente de echar un quiqui, jajajaja

    Bicos Ricos

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