Imagen | Ciudad de Cabo Rojo.
El período constitucional de 1.820 a 1.823 fue uno de turbulencia política y social las posesiones españolas en América.
A las sacudidas libertadoras de Simón Bolívar, y el brote de independencia en Santo Domingo en 1.821, se sumó la agitada presencia de corsarios y piratas contra embarcaciones españolas y extranjeras en aguas de Puerto Rico.
Entre ellos, sobresalió Roberto Cofresí Ramírez de Arellano, del cual se han tejido diversas leyendas, entre la imaginación popular puertorriqueña, unas relatando su osadía y otras sus depredaciones.
Cofresí nació en 1.791 en la población de Cabo Rojo (Puerto Rico). Quedó huérfano de padre a los 4 años. Su progenitor fue Frank Von Kupferschein, alemán nacido en Triste, quien había procreado cuatro hijos: Juana, Juan Francisco, Ignacio y Roberto. Su madre fue María Germana Ramírez de Arellano.
El joven Roberto, cuyo apellido Kupferschein fue españolizado como “Cofresí”, recorría las aguas del Atlántico y el Mar Caribe. Sus continuos asaltos interfiriendo con el comercio antillano motivó al gobernador Miguel de la Torre y al Gobierno de los Estados Unidos a tomar medidas policíacas.
Cofresí usaba la Isla de Mona (Isla deshabitada al oeste de Puerto Rico) como escondrijo, donde en 1.824 fue sorprendido en un sangriento encuentro con las autoridades. Fue condenado a 6 años de prisión, mas huyó de la carcelería dominicana hasta llegar a Naguado y de ahí pasó a la Isla de Vieques (Puerto Rico). Con sus 15 compañeros piratas se le imputaba haber cometido fechorías, robos y asesinatos tanto en alta mar como en las costas de Borinquen.
Reposando de sus raterías en la costa de Guayama, frente a “Boca de Infierno”, fue sorprendido de nuevo, esta vez en un plan concertado entre el alcalde de la ciudad de Ponce, capitán don José de Torres, y Garret S. Pendegrast, capitán de una goleta de guerra norteamericana, anclada en el puerto sureño. Don Juan Bautista Piereti prestó su balandra “San José y las Animas”, la cual fue armada con un cañón de a seis, junto al oficial Francis Storer, el cirujano Samuel Bidee y 23 marinos bien armados.
Roberto Cofresí pensó al principio que era una nueva y fácil presa y se lanzó a su encuentro. Tarde y sorprendido trató inútilmente de escapar tras 45 minutos de combate. Muchos de sus compinches fueron muertos. Cofresí malamente herido intentó huir a la playa, mas allí le esperaba el Capitán Manuel Marcano, de la Comandancia del Sur. Fue llevado a Guayama y se temió que muriera como consecuencia de las múltiples heridas.
Más tarde, algo recuperado, fue llevado a San Juan al campo del fuerte de San Felipe del Morro con 10 de sus camaradas. El 27 de marzo de 1.825 fueron fusilados allí todos por su destacamento del Regimiento de Granada. Sus restos fueron expuestos al público “quedando satisfecha la vindicta pública”. Más tarde fue apresado y ejecutado también otro pirata, Juan Almeyda, quedando las aguas del Caribe libres de dichos forajidos.
Luego de esta introducción histórica, os invito a leer la leyenda que al respecto escribió Cayetano Coll y Toste: “El pirata Cofresí”.
Fuente | Puerto Rico en Breve (PReb).
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