Siempre soñaba esto el recaudador de la contribución de allí de Pastoriza. Pastoriza tiene nombre de tener muy buen ganado. Siempre lo decía don Castro Méndez, cuando iba echar un vaso a la tasca de Benedictino, que era también un buen zapatero. Una vez nos contó a don Cándido y a mi que siempre soñaba que un ladrón entraba en su casa con una ganzúa. Más ese ladrón soñado era también un asesino. Ya se sabe que los ladrones que andan de noche son muchas veces asesinos también. Van dispuestos a matar a quien sea, porque no se les descubra el robo. Don Castro era un hombre pequeño, de unos cincuenta años y muy robusto. Más tenía una voz de niño que hacía reír a muchos mal enseñados. -- Siempre sueño con un ladrón que entra en mi casa por la noche. Siempre se me acerca a mi lecho. Y siempre me echa las manos a la garganta para ahogarme. Yo grito y mi mujer despierta –. Esto me contó una vez en Vián, cenando en casa del cura don Cándido. Era por el otoño, después de San Froilán, y cenáramos perdices que al mismo cura don Cándido cazara con su escopeta del dieciséis. Era noche de luna llena y yo cogí el camino de volta para Pacios. Y fui pensando que la voz de niño de don Casto hacía tiempo que era un poco ronca, como si tuviera un catarro en la garganta. Pasaron algunos años y yo me encontré casualmente en Santiago, con unos viejos amigos a quienes no veía en veinte años. Andábamos de vagar por la calle Calderería. Sería como una hora antes de comer. El Venancio, que sabía muchas historias de esas que llaman del otro mundo, hablaba de las premoniciones. -- Hay muchos casos en que se adivina el porvenir de una manera que llamaremos instintiva –. -- Esta conversación era mejor por la noche, como cuando paseábamos por la Herrería y contábamos esas historias de medio, las que eran tan aficionado el gran clínico don Roberto Nóvoa Santos –. -- Pienso recordar que me dijeron que don Roberto creía que los perros aullaban cuando sentían la muerte de una persona, pocas horas antes de morir –. Pasamos por delante de una casa estrecha. En el portal había una mesa mortuoria. No sé como, me acerqué a ver la esquela: "Don Casto Méndez, ex recaudador de contribuciones…". Era el de Pastoriza. -- No sé lo que daría (dije) por saber de que murió ese don Casto, que yo conocía –. En aquel momento salía un caballero del portal, con una cartera debajo del brazo. -- Si tanto te interesa … –. El Venancio estuvo aún un buen rato hablando con el caballero de la cartera. Se despidieron con mucha ceremonia. -- Ese don Castro murió de un cáncer de garganta. Mismamente se vació de una hemorragia. Hace tres días, aún andaba de pie. Apenas se le entendía ya lo que hablaba desde algún tiempo –. La frase obligada de aquí es: "Me quedé de una pieza". |