32 horas.
Artículo … 1.470.
Categoría … El diario de Bruno Fernández.
Publicado por … Bruno Fernández.
Un enfermero no conoce lo que es descansar un domingo (a no ser que caiga en día libre), no sabe lo que es un puente, no sabe lo que es un festivo. Un enfermero también tiene que soportar dobles turnos (14, 17 o 24 horas) y algunos los llevan a regañadientes, otros con resignación y muy pocos con aceptación porque saben que es una profesión que les gusta y estudiaron para ello.
Pero también existe otro turno, es muy raro, pero eso también tiene sus beneficios: un día mas de descanso o contabilizarlo para un día que quieras (como el caso de Semana Santa), el turno de 32 horas.
En esta página del diario os voy a contar lo que hice un turno de estos largos y lo rápido que pasa el tiempo cuando estás donde te gusta estar.
Me levanté a las siete de mañana de un día cualquiera (Lunes) con la mente puesta en este turno, sabiendo que saldría a las tres de la tarde del día siguiente (Martes), tras darme una ducha de 10 minutos, me preparé el desayuno mientras de fondo oigo la radio (Hoy por hoy), cuando faltan unos 20 minutos para las ocho de la mañana, cojo mi petate y guardo mi móvil, el uniforme y lo que necesito para esta maratoniana jornada.
Llego al hospital cinco minutos antes para ponerme el traje de faena y empezar a organizar mientras esperamos a que traigan los desayunos para los "enanos". En esta ocasión conocí a tres chiquillos que iban a pasar unos días ingresados en dicho hospital y hacer que se sintieran lo más cómodo posible.
También había chiquillos que no se podían levantar, por el cual tocaba lavarlos, mientras otro enfermero se encargaba de cambiar las sábanas de las camillas.
Por lo general, la mañana fue tranquilita, con el médico haciendo la ronda diaria y que hoy iba dar de alta a 5 nenes, por el cual me alegré muchísimo.
Cuando el reloj daba las 11 de la mañana, me dirijo a la máquina del café y sacar un cafecito bien cargado con un poco de leche, aparte de un bollo de máquina para calmar al estómago que a esa hora ya estaba "rugiendo".
Una de la tarde, darle las bandejas de comidas a los peques y después organizar un poco lo que sería la tarde en el hospital, ya que los papis de las criaturas iban a estar visitando a sus primogénitos, haciendo que la tarde fuese más llevadera para ellos.
Dos y media de la tarde, descanso de 45 minutos, fui al restaurante del hospital a comer, espaguetis a la boloñesa, una empanadilla y unas natillas, cargando las pilas lo que sería estar por la tarde.
Durante la tarde, todo normal: los papis visitando a los nenes, sirviéndoles la merienda y acomodando la cama al nuevo niño que iba a entrar a planta.
Llega las ocho y media de la tarde, hora de darles la cena a los pequeños, mientras los padres poco a poco van abandonando la planta mientras organizábamos lo que seria la noche, que prometía ser larga pero al final se hizo cortísima.
Habíamos acordado que cada enfermero dormiríamos cuatro horas, para así estar un poco más frescos y seguir con el turno.
Cuando el reloj marcaba las 21h30 de la noche, me dirigí a una cafetería cercana para cenar, había quedado con Pablo (mi niño), para cenar y para que me trajera unas cosas que me harían falta para soportar la noche (Me trajo el libro "No estamos solos" de El Gran Wyoming), recuerdo que cené una ensalada César, para no tener el estómago pesado.
Cuando llegó la medianoche, yo era el primero en echar una cabezada y que, a las cuatro de la mañana, el siguiente me despertara y así poder descansar el otro enfermero.
Y llegó las cuatro de la madrugada, el compañero me despertó, fui al baño para refrescarme un poco, coger otro café de la máquina, hacer la ronda nocturna para darle los medicamentos a los niños que les tocaba y ponerme en el mostrador a leer un poco el libro que me trajo mi niño.
Y así llegó las ocho de la mañana y otra vez el ritual: cambiar las sábanas, dar el desayuno a los pacientes y organizar lo que serían las últimas siete horas del turno.
Salí del trabajo a las tres de la tarde, me dirigí a casa, me duché, comí y veía como la cama me llamaba a gritos para dormir, por el cual cuatro horas no me llegaron, simplemente para no estar cansado durante el último tramo del turno.
Y así pasaron las 32 horas de este turno excepcional, sabiendo que tendría un día más libre para descansar y así trabajar con más ganas.