Guerra Civil Española (IV): La organización de un Estado.
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Categoría … Historia.
Publicado por … Benjamín Castro.
La división de España en dos produjo también la existencia de hecho de dos Estados y dos Gobiernos. Pero si la dinámica del republicano fue la de enfrentamientos internos y la paulatina pérdida de territorio y posibilidades de ganar la guerra, el bando nacional se caracterizó por la rápida organización de la dirección, basada en la centralización y la militarización del mando. Pero, sobre todo, la conformación del nuevo Estado estuvo basada en la creciente encarnación del poder en una única persona: Franco.
Ante el fracaso del pronunciamiento ordenancista y la muerte en accidente de aviación de Sanjurjo, se constituyó en Burgos una Junta de Defensa integrada por militares y presidida por el General Cabanellas, para hacer frente a una Guerra Civil que se anunciaba más larga de los esperado. Sin embargo, los militares alzados, ya con participación de organizaciones políticas civiles en el frente y en la organización de la retaguardia, no acababan de despejar las certidumbres sobre el régimen que se instauraría tras conseguir la victoria. Los carlistas, tan importantes en la zona norte como inexistentes en el resto, pretendían imponer su secular solución; los alfonsinos preconizaban la restauración de la monarquía dinástica en la persona del príncipe Juan de Borbón; los falangistas pretendían la creación de un Estado de corte fascista; y cedistas y ultranacionalistas tenían en mente la continuidad de la República, pero radicalmente transformada en sentido conservador y autoritario.
Hasta este momento, Franco era uno más de los Generales que había conspirado y se había alzado en armas contra la República, pero estaba al frente del ejército de África, la unidad más profesional y efectiva de la que disponían, y además contaba con las simpatías personales de Adolf Hitler y Mussolini, con quien su consejero y cuñado, Serrano Suñer, había entablado conversaciones directas en solicitud de ayuda material. Estas dos razones hicieron que Franco pudiera reunir en su mano todo el poder militar y civil del nuevo Estado embrionario: el 29 de septiembre fue designado Jefe de Gobierno y Generalísimo de los Ejércitos, lo que suponía crear definitivamente una duplicidad de instituciones con la del bando Republicano. Este Estado nacional fue reconocido al poco tiempo por Alemania, Italia, Portugal y el Vaticano, lo que le dio el aval diplomático internacional que era ratificado en territorio español con su supremacía bélica. Franco supo rentabilizar de forma extraordinaria y muy rápidamente estas circunstancias. Al tener de hecho toda la fuerza del nuevo Estado, también quiso tenerla de derecho; para eso debía eliminar toda posible competencia de liderazgo, dotar a su régimen de una base doctrinalmente definida y conseguir la victoria sobre la República.
La capitalidad del nuevo Estado estuvo dividida, en primer lugar en Salamanca se instaló un primer equipo (bajo el nombre de Junta Técnica de Estado) que inició el desarrollo de la administración civil y legislativa del nuevo Estado; a partir de febrero de 1.938 la capitalidad se trasladó a Burgos, ya con un ejecutivo formal reunido con Consejo de Ministros; este Consejo estaba presidido por el Jefe de Estado, cargo que Franco se irrogó en sustitución del anterior Jefe de Gobierno. Esto significaba la total legitimación de la jefatura suprema alcanzada por Franco.
La base ideológica de la que se partía era un conjunto de ideas en el fondo poco armónicas, tomadas del falangismo y el tradicionalismo con añadidos monárquicos y antiliberales. El entramado ideológico fue utilizado como armazón legitimador para la detentación del poder; lo verdaderamente importante fue en realidad la conquista del poder, al que se le trató de dar con posterioridad una carga ideológica de acuerdo al respaldo recibido para la toma de ese poder. Para ello el Gobierno de Franco debió crearse una base política directa, un partido que respaldase su actuación y a la vez impidiera cualquier tipo de tensión con el resto de los que participaban, de uno u otro modo, en el bando nacional. El sistema empleado fue doble: por un lado, la eliminación incruenta de cualquier personalidad política que pudiera cuestionar el liderazgo de Franco (el líder tradicionalista Fal Conde fue exiliado; se prohibió la incorporación a filas de Javier de Borbón-Parma, pretendiente carlista, y de Juan de Borbón, hijo y heredero dinástico de Alfonso XIII; y la encarcelación de Manuel Hedilla y la ejecución en prisión de José Antonio Primo de Rivera por las autoridades Republicanas dejó sin sus grandes líderes a los falangistas). El segundo paso fue decretar la unificación política de monárquicos, cedistas, carlistas y falangistas; el resultado fue la creación de un partido único, que tomó el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, cuyo Jefe Nacional no era otro que el mismo Franco.
La instauración de un "Régimen de mando único y de partido único", en palabras de Serrano Surrer, significó la superación de la primitiva administración militar creada para llevar a cabo la sublevación y el derrocamiento republicano y su transformación en un Estado de corte autoritario ordenancista.
La ordenación político-administrativa del aparato del Estado se complementó con una considerable labor legislativa. A partir de marzo de 1.938 se decretaron una serie de leyes y se pusieron en marcha unos programas que, conjuntamente, estaban encaminados a fundamentar jurídicamente el nuevo Estado y establecer los cauces de control de los distintos sectores económicos, sociales y culturales.
En el campo laboral, sin duda, la ley más importante fue el Fuero de Trabajo, en el que protocolariamente de la ley era la eliminación de todo canal de representación sindical, así como el derecho de huelga y asociación.
La Iglesia apoyó de forma prácticamente unánime al bando sublevado, incluso el Cardenal primado Pla y Deniel proclamó el 30 de septiembre de 1.936 la "cruzada contra los hijos de Caín", legitimando el alzamiento de la nación en armas; por todo ello la Iglesia desde el comienzo recibió importantes prerrogativas. El en ámbito religioso la característica fue la anulación de toda la legislación que sobre este aspecto había desarrollado la República; en este sentido se restauró con todos lo honores a la expulsada Compañía de Jesús, fueron suprimidos el matrimonio civil y el divorcio, lo cementerios volvieron a la autoridad eclesiástica y al sistema educativo reingresaron los centros de enseñanza religiosos. Con todo, lo más importante en este aspecto fue la transformación del papel de la Iglesia, cuyos cometidos alcanzaron las bases de la política social del nuevo Estado, interpretadas a la luz de la doctrina social de la Iglesia.
Dos de la leyes más significativas que tomó el Gobierno de Franco fueron las que atacaron directamente a dos símbolos directos de lo que la República había pretendido ser: el campo y la prensa. La creación en abril de 1.938 del Servicio Nacional de Reforma Económica y Social de la Tierra sirvió exclusivamente para ordenar la devolución de la tierras expropiadas y puestas en colectivización o repartidas entre el campesinado durante la República. La segunda fue la Ley de Prensa, que no era otra cosa que una legislación de la censura y la desaparición de toda libertad de expresión.
A la altura de mediados de 1.938 el bando nacional, que se había alzado en contra del modelo de la República, había conseguido articular un nuevo Estado. Pero nadie en el momento de la sublevación había preconizado lo que dos años después parecía un modelo definitivo.
Fueron las circunstancias de la guerra, la ambición personal de unos dirigentes y, sobre todo, las posibilidades dadas a quienes tenían en su mano la dirección de la contienda y el apoyo de potencias extranjeras, lo que hizo que este modelo acabara imponiéndose.
Fuente … Guerra Civil.