Un sueño hecho realidad.
Artículo … 1.273.
Categoría … Noches de alcoba (+18).
Publicado por … Bruno Fernández.
Comencé a hablar con él a través de una página de contactos. También era bisexual aunque a él le iba más ser activo, así que enseguida congeniamos. Tras calentarnos vía correo electrónico acerca de lo que nos gustaría hacer, decidimos por fin quedar un día para conocernos. Quedó en venir a mi casa una tarde. Ninguno de los dos teníamos experiencia, así que en un principio sólo íbamos a hablar y, si surgía algo, puede que intentáramos practicar algún juego de los que habíamos hablado por correo electrónico.
Al fin llegó a casa, tras estrechar nuestras manos, pasamos al salón y empezamos a hablar. En un momento nuestra conversación se desvió hacia el sexo. Él sabía bien por mis e-mails que lo que más me ponía era que me tratara como a una zorra, totalmente sumisa para él, así que el corazón se me aceleró cuando me dijo: “¿Quieres hacerme una paja para empezar?”. Yo sonreí y le dije que “por supuesto”, que estaba deseando verle y tocarle lo que tenía entre las piernas.
Se abrió el pantalón y me enseñó su pene, medio erecta. Era normal, más cabezona que la mía. Alargué mi mano para tocarle y se la agarré. Era una sensación extraña pero muy excitante, el tener un cipote que no era la mía en la mano, dura, caliente, suave… Comencé a subir y a bajar, masturbándolo suavemente. Él empezó a decirme: “Te gusta mi entrepierna", ¿eh mozo?”. Yo decía que sí, alucinado, contemplando su pene creciendo en mi mano.
Le masturbé durante unos minutos, hasta que no pude más y le dije: “Quiero comértela, por favor, déjame comértela”. Estaba claro que no se iba a negar a una invitación así, por lo que me dijo: “Espérate, voy a quitarme la ropa y a ponerme un condón”. Yo hice lo mismo, aunque no me puse goma. Se sentó de nuevo en el sofá y yo aproveché para subirme encima. Era excitante notar su cuerpo rozando el mío. Dos hombres juntos, besándose, sus cuerpos tocándose. Noté su polla junto a la mía y me puse muy, muy cachondo. Yo estaba lanzado, así que bajé chupándole por el pecho, el ombligo, hasta llegar a su rabo. Con la lengua lo recorrí, jugué en su punta apretando bien la lengua para que lo notara a través del condón. Bajé hasta sus testículos y me metí uno en la boca, lamiéndolo, jugando con su bola interior. El gemía y se retorcía de gusto, “Así, cómete mi rabo, te gusta ¿verdad?”.
Yo gemía de gusto y más que gemí cuando decidí meterme su rabo hasta la garganta, apretando fuerte los labios y moviendo la lengua dentro de la boca para darle el máximo placer posible. Él me agarró del pelo para hacer que mis movimientos fueran más bruscos, levantando el culo para clavarme más rabo en la boca. Yo subía y bajaba la boca, chupando, succionando todo lo que podía, haciéndole retorcerse de placer.
En un momento dado sus gemidos se hicieron más profundos y sus movimientos se aceleraron. Comprendí que iba a terminar. Yo estaba loco de gusto por comerme al fin un rabo, así que, loco por la pasión, le quité el condón. Quería tragarme su semen, que se corriera en mi garganta y me llenara la boca con su lefa.
Al principio se negó, no quería hacerlo sin condón, pero cuando me metí su rabo de nuevo en la boca y empecé a mamar, no pudo resistirse. Me agarró de nuevo del pelo y apretó mi cabeza contra sí hasta que su rabo entró en mi garganta, lanzando un grito de gusto empezó a correrse en mi boca.
Yo notaba los chorros de su semen llenarme, calientes, salados y espeso… deliciosos. Tragaba todo lo que podía, absorbiendo, succionando, intentando que me regalara hasta la última gota de su semen. Su corrida fue larga y salvaje, se notaba que él tenía tantas ganas como yo.
Cuando terminó seguí lamiendo su pene, recogiendo las últimas gotas que salían, lamiendo mis mejillas para comerme lo que había resbalado fuera de mi boca. Me quedé de rodillas besando su rabo, volviéndolo a chupar, adorándolo. Mi polla, tiesa como un palo, asomaba una gota de líquido preseminal. No había llegado al orgasmo físico, pero si al mental.
Se recuperó poco a poco de la buena corrida que le había procurado. “Vamos, quiero verte hacer algunas de las cosas que me has contado por e-mail”, me dijo.
Yo obedecí sumiso, encantado de que por fin se cumplieran mis sueños más eróticos.
Fui a la nevera y elegí una zanahoria bastante gruesa. No era como una polla, pero si bastante hermosa. La lavé bien lavada y fuí a mi habitación, dónde él
me estaba esperando fumando un cigarro en la cama. "Venga, enséñame lo vicioso que eres", me dijo. Cogí un bote de crema corporal de la mesilla y me subí a la cama y me puse de espaldas a él, con el culo en pompa, mostrándoselo, y la cara apoyada en la cama. Me puse crema en los dedos y me metí uno en el culo. Él apagó el cigarro y observaba la escena con deleite. Dirigió la mano a su rabo y comenzó a meneársela. Yo me metía el dedo en el ano, mientras con la otra mano me separaba las nalgas para que me viera mejor.
Pronto fueron dos los dedos que me metí en el culo, retorciéndome de gusto. Cogí la zanahoria y le puse algo de crema en la punta. Comencé a pasármela por el agujero, mientras decía "así, así quiero que me metas tu polla". Dirigí la punta hacia mi ano y comencé a metérmela. El ya tenía su polla bien dura y se la meneaba con gusto y cara de cerdo, disfrutando del espectáculo. Yo cada vez metía un poco más de la zanahoria en mi culo, tal y como había hecho cien veces a solas. La metía y la sacaba dándome gusto, moviendo el culo hacia atrás, más que nada para excitarlo. Estuve un buen rato así, metiéndomela, hasta que mi rabo estaba apunto de estallar. En ese momento el cogió la crema y se untó un poco en la punta del rabo. Se puso de pie y me dijo "Ahora vas a saber lo que se siente con una polla dentro". Saqué la zanahoria y me separé el culo, abriéndolo bien. Yo deseaba aquella polla en mí, quería ser follado, que me penetrara y me llenará de pene.
Dirigió la cabeza de su cipote a mi culo e hizo fuerza. Gracias a mi masturbación el ano estaba dilatado, pero aún así el dolor fue muy intenso. La polla se me bajó al instante. Pero él no paró, siguió embistiendo, metiéndome un poco más cada vez. Sacaba y metía, provocándome un ardor en el culo que jamás había sentido.
Pero no sólo era dolor, también había placer. El placer de ser poseído. Pronto noté sus huevos chocando con mi culo, la tenía clavada hasta el fondo. Ahora sí, fue la señal de que lo peor había pasado. El dolor fue mitigándose, transformándose en gusto. Sus embestidas se aceleraban, cada vez que su pene entraba dentro de mí yo apretaba el culo para notarlo mejor. El gusto crecía, me agarré el pene y comencé a masturbarme. Me estaba follando, agarrándome de las caderas y embistiendo con todas sus fuerzas, para abrirme, para reventarme el culo. Yo era suyo, me poseía, era capaz de hace cualquier cosa que me pidiera con tal de que me siguiera follando.
Aceleró sus embestidas, gimiendo como un animal. Yo movía el culo, en busca de su polla, apretándolo fuerte para darle más gusto. Aulló de gusto y de repente se quedó quieto. Sus chorros me llenaban el culo, los notaba en mi interior. Eso fue demasiado para mí. "Dios, me corro, me corro, Dios que gusto". Me corrí como jamás lo había hecho. El orgasmo fue gigantesco, nunca me había corrido así.
Caí rendido en la cama, con el culo dolorido, con él gimiendo a mi lado. Me puso la mano en la espalda y me acarició.
"Me parece que voy a venir a menudo a tu casa", me dijo. Y yo no dudaba que iba a ser así.