1.242 … Noche de verano.
Noches de alcoba.
Relato no recomendado a menores de 18 años.
Todo ocurrió durante mis vacaciones de verano. Dispongo de una hermosa cabaña en la periferia de la ciudad, que siempre uso cuando necesito buscar descanso o simplemente soledad. Durante estas vacaciones fue un poco de todo los motivos que me impulsaron a desplazarme a mi lugar de descanso, uno para cumplir con mis mas que merecidas vacaciones, y otro fue el incentivo de saber que me acompañaría una hermosa mujer con la que había trabado "amistad" recientemente. Los días pasaron siendo un éxito tras otro de disfrute, divertidos viajes a un pequeño lago cercano a mi cabaña, sesiones de sexo sin complejos ni pudores, abiertos al placer, tomándonos en todos los lugares en los que nuestra excitación nos empujaba a cometer puros actos de vicio. Pero una noche fue especial, no solo por la extraña tormenta de verano que cayo sobre nosotros, sino por los hechos que paso a contar.
La tormenta enfrió en sobremanera las tibias noches de la zona, y aunque nuestros cuerpos no necesitasen calor extra, nos vimos obligados a encender mi modesta chimenea para conciliar un merecido sueño, con nuestros cuerpos desnudos. El sueño superó al cansancio y me quedé dormido con el monótono sonido de las gotas en las ventanas, hasta que fui despertado de la manera que mas me apetecía, sintiendo unos labios juguetones. Mi cuerpo calentado por las llamas, sufría escalofríos al sentir unos húmedos y extrañamente fríos besos por mi cuerpo.
Cuando mis ojos se acostumbraron a la tenue luz del fuego, vi a mi deliciosa acompañante besando mi pecho, con unos ojitos preciosos mirando con cara lasciva que me indicaban lo que quería hacer. Fue bajando poco a poco y yo cerré mis ojos para disfrutar del momento. Sus manos agarraron mi firme compañero y juguetearon con él, suavemente, con delicadeza, casi con cariño, mientras sus labios subían poco a poco superando sus dedos y llegando a la cúspide y como una desesperada, cayó hasta la base, de un solo golpe. Mi pecho dio un brinco de placer, no solo por su maravillosa boca, sino por un frió helado que me recorrió el pene con la misma velocidad que sus labios, era hielo, había conseguido sorprenderme y me excito de sobremanera, aun más cuando me demostró su mas que depurada técnica al tragar una polla.
El brinco anterior hizo que me colocara sentado en mi sofá, con la chimenea directamente frente a mí, y mi desesperada tragadora arrodillada realizando su trabajo. El hielo desapareció y el calor empezó a invadir mi miembro. Agarraba con fuerza su cabeza y empujaba para que tragara lo que podía y más, empecé a marcar el ritmo con mi mano, ella solo puso su boca para que yo la follara, mi orgasmo era inminente, hasta que de repente unos fuertes golpes provenientes de la puerta me sacaron de mí extasiado mundo y me sobresaltaron haciendo que me levantara del sofá. No sabia lo que pasaba, era de madrugada, en medio de ningún lugar, bajo una terrible tormenta, ¿quien podía ser?.
El miedo nos invadió, la duda se cruzó en nuestras cabezas hasta que me acerque a la puerta. Mire a través de la ventana y vi una pequeña figura, totalmente empapada que pedía refugio. Abrí la puerta asustado y preocupado, y vi una hermosa chica cubierta con una capucha totalmente empapada, que mirándome me pidió que la ayudase a refugiarse de la lluvia. La miré y con ternura accedí casi embriagado por su belleza y sin darme cuenta que estaba completamente desnudo delante de ella, con mi pene a punto de correrse como un mástil y mi compañera con su cuerpo como la trajo al mundo. Me invadieron los colores y mi vergüenza y le pedí perdón por como la había recibido, pero inmediatamente se disculpó ella por habernos molestado, aunque a ella no parecía avergonzarle mi estado, al contrario, sus ojos oscuros ahora cambiaban furtivas miradas entre mi rostro y mi pene.
Volví al mundo real y recogí algunas prendas de ropa que me puse mientras mi acompañante hacia lo mismo. Con velocidad estuve presente de una forma adecuada y le pedí a la chica su capucha para que no pasara frió y la invité a sentarse con nosotros. Ella se quitó su ropa empapada y me entregó su capucha la cual colgué cerca de las llamas de mi chimenea. Ella tomo asiento, y al voltearme para sentarme junto a ella aseguro que me hubiera quedado congelado de no ser por el calor del fuego.
Delante de mi se mostraron bajo la ropa unas hermosas curvas de un cuerpo apetecible para cualquier mortal, unos pechos enormes y firmes y la cara, que si no supiera que estaba vivo diría que pertenecía al primer ángel que veía en mi muerte. Unos labios pequeños y gruesos y una mirada negra que se asentaban a los lados de una diminuta naricilla que le daba un aspecto infantil. Las dos chicas notaron mi sorpresa, y mientras mi acompañante soltaba una risita, mi ángel bajaba su mirada y se sonrojaba. Me senté y comencé a preguntarle lo que le había ocurrido, y me contó que su coche se había estropeado en la carretera a un par de kilómetros y que siguió las luces que brillaban por las ventanas de mi cabaña para buscar ayuda, pero el camino fue más largo y agotador de lo que creía. Tras una breve charla trivial la invité a dormir en una de las habitaciones y accedió con agradecimiento. La dirigí a su habitación y yo fui a mi cuarto a acompañar a mi chica en su sueño.
Descanse con rapidez hasta que un demasiado ruidoso rayo interrumpió en la noche. Me desperté y el sueño no pude conciliar otra vez, pero no por el rayo, sino por unos extraños sonidos que provenían de la habitación contigua. La curiosidad pudo mas que mi sentido del respeto a la intimidad, y me levanté con cuidado de no despertar a mi dormida acompañante.
Me encaminé a la puerta de la habitación de mi invitada. Abrí con cuidado de no hacer sonar las bisagras de la puerta y entré silencioso a contemplar lo que ocurría, y cual fue mi sorpresa al encontrar un cuerpo convulsionándose de forma desesperada sobre la cama, sin masturbarse pero con claros deseos de placer. Ese ángel que seguía vestido con su delicada ropa , se estremecía sobre la cama como si sufriera una pesadilla. Desgraciadamente o afortunadamente, uno de mis pasos se posaron sobre una no tan joven madera del suelo, que crujió de dolor y emitió un chasquido que sobresalto a mi ángel, la cual se arrodillo de un brinco sobre la cama. Seguía gimiendo y brillaba al reflejar el gris brillo lunar que entraba por la ventana, sobre su sudoroso cuerpo.
Pero algo cambió en mi ángel, sus ojos brillaban como los de un felino a punto de saltar sobre su presa y creo que así fue. Casi sin darme cuenta salto sobre mi ropa interior y la bajo de golpe liberando mi erecto pene que seguía desesperado por el placer que estuvo a punto de sentir horas antes. Sin darme tiempo a reaccionar aquélla hermosa criatura estaba con mi polla completamente en su boca sin dificultad mientras la chupaba y gemía sin parar de mirarme con aquellos brillantes ojos.
Su habilidad no tenia comparación y su desesperación por comérmela parecía demencial, no pude aguantar mucho más bajo aquélla boca tragadora, y con unos movimientos hábiles con sus preciosas manos en mis últimos momentos de excitación consiguió una enorme descarga de semen para su boca y cara. Parecía disfrutar de aquélla lluvia y no paraba de gemir mientras más y más chorros salían de mí agotada polla y chocaban contra su frente, contra su nariz, sobre sus labios, entrando sobre su lengua y saboreándolo como si fuese él más delicioso dulce que había probado jamás.
Se irguió y se tumbo sobre la cama pero su cuerpo seguía temblando. No pude aguantar y la desvestí por completo arrancando su aun mojada ropa de su cuerpo. Pero la sorpresa de su bella desnudez, de su perfecto y angelical cuerpo, de su depilado coñito, se vieron menguados al descubrir que en su ano y en su coño había llevado todo este tiempo dos enormes vibradores que la estaban volviendo loca. Los agarré con decisión y los arranqué de sus prisiones. Tras la brusca liberación un agudo grito salió de la boca de aquélla chica y un fuerte torrente de flujo se disparo de su coño bañando la cama y sus muslos. Su cuerpo cayó rendido sobre la cama y mi pene se levantó como un mástil ante aquélla situación, pero, de repente, una cálida mano agarro mi polla desde atrás, eran las manos de mi compañera, que seguramente se había despertado con el grito y que había visto parte de la escena y de la excitación que producía en mi. Pego su cuerpo al mío y sentí en mi espalda sus pechos mientras sus manos agarraban mi miembro y lo acariciaban. La chica se incorporó y con el brillo en sus ojos agarró mi polla y gimiendo jaló de ella y la dirigió a su coño , Yo caí sobre su cuerpo penetrándola gracias a su mano guía y todo mi peso ayudó a que mi polla llegara al fondo de su coñito.
Comenzó a gritar mientras la follaba con unas fuertes embestidas. Ella estaba tirada sobre la cama conmigo encima y sus piernas elevadas mientras saltaba sobre su coño sacando toda la envergadura de mi miembro y metiéndolo de golpe. Mi compañera no aguantó y metió su cabeza entre todos aquellos jugos que brotaban sin parar. Lamía sin cesar el coño de la chica y esta no paraba de disfrutar, su cuerpo sufría múltiples orgasmos y sus gritos no dejaban siquiera oír la fuerte lluvia que caía en el exterior.
Di un fuerte tirón de sus cabellos y la levante de la cama, yo ocupé su lugar y mi erecta polla quedó dispuesta para el placer. Entre mis dos amantes se cruzaron miradas desafiantes para disputarse el trofeo, pero con un veloz movimiento la chica inserto mi polla en su coño y me cabalgó como si de un corcel me tratara. Mi compañera llena de ira y envidia al ver lo que me hacia disfrutar aquel ángel, agarró sus cabellos y la empujó hacia delante haciendo que sus labios chocaran con los míos y nos diéramos un dulce beso que se vio repentinamente roto por un grito seco de esos labios diminutos, grito producido por el enorme consolador que recogió mi compañera del suelo y sin ningún miramiento introdujo en el ano de la chica. Para disfrute nuestro y enfado de mi compañera, lejos de hacerla sufrir, aquello le produjo una cadena de orgasmos que causaron gritos ensordecedores que salieron de los labios de la joven. Sin saber que hacer, golpeaba las nalgas de mi jinete pero parecía que todo dolor que se le causaba era estimulante en su cuerpo, hasta que sin poder mas, arranco mi pene del interior de aquel coño y lo escondió dentro su boca. Yo estaba en el cielo, no sabia que hacer ni quería hacer nada entre la trifulca que mis dos chicas tenían.
Casi de inmediato al ser desprovista de su juguete, la joven giro su cuerpo sobre mí y mostró su bello coño en mi cara, mientras cataratas de flujos de incontables orgasmos fluían al exterior. Las dos contrincantes se enfrentaron cara a cara con su deseado trofeo entre ellas y como avisadas por el disparo de una pistola se lanzaron a lamer mi miembro.
Aquello era indescriptible, aquella lucha me causaba un placer inimaginable. Dos lenguas lamiendo todos los rincones de mi pene de forma desesperada, competitiva, sin control, no podían más. Sin poder decir nada, una oleada de placer recorrió mi cuerpo culminado en una fuente de esperma que brotaba de mi pene salpicando las caras de mis bellas lamedoras. Extasiado, quedé tendido sobre la cama, mientras veía que las dos enemigas ahora estaban jugando demasiado animadas con uno de los juguetes que traía la joven oculto. ¿Qué mejor forma de dormir que ver a tus pies a dos mujeres hermosas jugando con grandes falos de goma en sus coños y oyendo la dulce melodía de sus gemidos? Ninguna. Ya de mañana, despertado por unos brillantes rayos de sol veraniegos que entraban por la venta, me encontré en aquélla cama. A mis pies dormía plácidamente mi compañera, aun con uno de los vibradores dentro de su cuerpo, y a mi lado, sobre mi pecho descansaba la bella figura de mi amado ángel.
-- Buenos días preciosa –.
-- Buenos días cielo, perdona por llegar tarde ayer, pero la lluvia lo complicó todo –.
-- Tranquila, no pasa nada, todo salió bien –.
-- ¿Crees que tu amiguita querrá seguir jugando con nosotros? –.
-- Estoy seguro de que sí –.
Y tras unas miradas cómplices, nuestros labios se unieron en un cálido beso y abrazados seguimos dando tregua a nuestros cuerpos y disfrutando de nuestro más que merecido descanso.
» Bruno Fernández.