1.169 | Pablo.
El diario de Bruno Fernández.
Pienso que el destino hace que las personas se crucen en tu camino, algunas para bien, otras para mal y otras que vienen y van.
En mi caso, el destino fue caprichoso y generoso conmigo, poniéndome a esa persona que desde el verano pasado (Léase: "Fue en un pueblo con mar") compartimos algo más que una relación de amistad y que, hoy en día, mantenemos una relación estable y sincera.
Pero remontémonos 4 años atrás…
Después de dos meses de estar viviendo solo, ya que mi anterior compañero de piso no era como yo me esperaba porque era desordenado, borde y cada vez que traía a ligues a casa montaban un escándalo que no me dejaban dormir, pues volvía a recuperar mi hogar.
Pasados esos dos meses, Lucía (la madre de mi hijo) me comentó que tenía un amigo que estaba harto de pagar un pastón de alquiler y que quería cambiar de piso y, que de seguro, congeniaría muy bien conmigo.
Días después, viene Lucía con Pablo, un chico de 24 años (hace cuatro años tenía 26) que trabajaba en un supermercado de esos que dicen que son de confianza y que hoy en día sigue trabajando, a lo cual los invité a pasar y conocerle un poco mas.
Una vez que le enseñé la casa y su habitación, y una vez pactado el alquiler, me vino a la cabeza el recuerdo de mi anterior compañero de piso.
Le dejé bien claro que si quería traer a sus ligues a casa que por favor que fuese respetuoso conmigo, sobre todo cuando tenía turno de mañana, que me levantaba temprano y necesitaba dormir para estar relajado al día siguiente.
Pablo no le puso pegas, el más, así de cambio me confesó que era gay y que no le gustaba traer ligues a una casa que no fuese suya. Por el cual se empezó a ganar mi confianza y que hasta principios del mes que viene no se instalaría definitivamente en el piso.
Al mes siguiente y aprovechando que tenía los días libres reglamentarios le ayudé a trasladar sus cosas a su nueva habitación y tras hacer 4 viajes en coche desde su antiguo piso hasta el mío, empezamos a ordenar su habitación y ponerla a su gusto y una vez terminado el traslado pues preparamos un café con leche y empezamos a contarnos nuestras vidas, experiencias, etc…
Lo que más me gustaba (y me sigue gustando) de Pablo es su actitud, su tranquilidad y su responsabilidad a lo cual se ganó toda mi confianza. Teníamos mas o menos los mismos gustos, aficiones.
Así pasaron los días, semanas, meses y en verano, cuando cogíamos vacaciones me comentaba que sus padres tenían un piso cerca de la Playa de Bascuas (Portonovo) y que si quería pasar las vacaciones pues que podríamos ir tranquilamente.
Yo le comenté que todos los años me iba 15 días a casa de mi hermana (Gran Canaria) y que, al volver iría gustosamente a Portonovo, ya que allí suele veranear un amigo mío (Celso) desde hace 5 años y sería la oportunidad perfecta para vernos en persona.
No le puso pega alguna, es más, el estaría allí desde su primer día de vacaciones hasta el último.
A medida que iba pasando el tiempo, empezó a haber entre nosotros una "tensión sexual no resuelta" porque el año pasado nos confesamos que estábamos coladitos el uno del otro, pero el problema era la actitud de la otra persona, vamos, que había mucho miedo a que la cosa no cuajase y perdernos como compañeros de piso y el contacto.
Éramos confidentes, nos vimos desnudos en casa cuando salíamos de la ducha o mismamente en la playa de Bascuas, éramos tan sinceros que un paso en falso podría echar a perder toda esa confianza que había entre nosotros.
Pues bien, como dije anteriormente, una noche de verano, nuestras vidas empezó a cambiar a lo que hoy podemos decir que tenemos una relación estable.
» Bruno Fernández.
