1.125 | El encuentro.
Noches de alcoba.
Relato no recomendado para menores de 18 años.
Habíamos decidido conocernos en persona, ya no podíamos aguantar durante más tiempo sin hacerlo, así que decidimos tomarnos un fin de semana libre, en el que el mundo y sus habitantes desaparecieran por unos días y en el que sólo existiéramos los dos…
Quedamos en la estación de tren, yo estaba esperándote impaciente, expectante a que el panel luminoso indicara la llegada de tu tren. Por fin llegó… y allí estaba yo, mirando a la gente que empezaba a salir el andén y bajaba por la rampa metálica… mis ojos no daban a basto… no te veían. Mis pensamientos eran rápidos con los que se mezclaba la excitación, impaciencia, incertidumbre de no saber si te reconocería… de pronto, te vi… allí estabas, si, eras tú, mirándome con una sonrisa en los labios, "que sonrisa más bonita", pensé, y sentí como mi corazón empezaba a palpitar deprisa, y mis colores ruborizaron mis mejillas hasta el punto de sentir calor, mucho calor… tuve que quitarme la chaqueta, me asfixiaba, dejando mis hombros al aire, esos hombros que tú conocías tan bien…
Llegaste hasta donde yo estaba, me miraste con esa sonrisa, y me dijiste… "Hola" y acercaste la cara para darme dos besos, y yo la acerqué y rocé mis labios muy pausadamente sobre tu mejilla, muy cercano a tus labios… creo que ahí empecé a mojarme… y tú… a hincharte.
Una vez que nos presentamos oficialmente, nos fuimos por la ciudad para relajarnos un poquito y conocernos un poco mejor, teníamos que procesar nuestras impresiones.
Nuestros pasos nos dirigieron a la puerta del hotel en donde teníamos hecha la reserva. Nos paramos en seco, nos miramos, nos sonreímos y decidimos pasar para tomar posesión de la habitación que habíamos reservado.
El recepcionista dejó la llave sobre el mostrador y, curiosa coincidencia, decidimos cogerla al mismo tiempo, mi mano se posó sobre la llave, y tu mano sobre la mía, fue unos segundos, pero duraron una eternidad nuestras manos rozándose, y nuestras miradas fijas el uno en el otro… fue como un rayo que me recorrió por todo el cuerpo… estaba excitadísima… sabía que aquel encuentro iba a ser bestial… porque noté esa mirada en tus ojos que en tantos momentos me hicieron estremecer…
Subimos al ascensor, sólo los dos. Era un ascensor pequeño, casi nos rozábamos, pero tú hiciste que ese casi no fuera impedimento. Te acercaste a mi, tu pecho rozaba mi brazo y tu mano la mía. Noté como tus dedos acariciaban los míos muy sutilmente y yo les correspondía. En aquel momento hubiera querido follarte, pero me contuve, sabía que era mejor contenerse para que luego el disfrute fuera mayor.
La puerta del ascensor se abrió, tus dedos se separaron de los míos y cuando me incliné para coger la maleta, me di cuenta… tu pantalón estaba abultado… la excitación que tenías… era evidente y… ummm… muy prometedora.
Metí la llave en la cerradura y noté algo por detrás… eras tú como queriendo empujarme para dentro, pero no, no empujabas, solo estabas ahí, pegado a mi espalda, esperando algún movimiento para acompañarlo… Y si, me incliné lo justo para rozar mi culo con tu abultado pantalón, y fue en ese instante cuando escuché un leve suspiro… Yo estaba chorreando de placer…
Abrí la puerta pero no pase, me quedé parada en el dintel… me di la vuelta… y te miré con una mirada de deseo que aunque hubiera querido, no la hubiera podido disimular. Creo que tú sentiste lo mismo porque… empezaste a acercar tu cara a la mía, sin dejar de mirarme y cuando creía que el beso en mis labios era inminente y mis ojos se cerraron para recibirlo, te paraste en seco… abrí los ojos preguntándome que pasaba y… allí estaban los tuyos mirándome fijamente con esa sonrisa que tanto me gustaba, y en ese momento… completaste el recorrido y nuestras bocas se fundieron en una sola, nuestros labios luchaban por mordisquearse, nuestras lenguas se entrelazaban salvajemente, y nuestros cuerpos abrazados iban empujándose hacia el interior de la habitación. Cómo pudimos cerramos la puerta, y no sé como… y afortunadamente la cama impidió nuestra caída al suelo. Y allí estábamos los dos… desatados de pasión, tocándonos, sobándonos, abrazándonos, besándonos desesperadamente…
Todo lo que habíamos imaginado hasta ese momento… se estaba realizando. Nuestras respiraciones eran agitadas y jadeantes… Me levanté de la cama y te dejé tumbado en ella, mirándome… jadeando… yo me arrodillé… te fui desabrochando la hebilla del cinturón… el botón… la cremallera… mientras y hacía toda esa operación, no paraba de mirarte, de entresacar mi lengua y pasarla por mis labios húmedos.
Tú no parabas de decirme "Te deseo"… y yo cada vez que lo oía me estremecía de placer. Metí mi mano por debajo del pantalón… y allí estaba "ella"… deseando salir.
Mi mano la empezó a acariciar muy suavemente… por todos los rincones… por todas sus partes… hasta que la agarré y la empecé a mover de arriba a abajo… una y otra vez… empezaste a chorrear empapando mis dedos que no cesaban de tocarla…
Acerqué mi cara y saqué mi mano con ella agarrada… la miré… te miré… y sin dejar de mirarte… mi lengua le hizo una pequeña caricia a tu glande… húmedo. Sin dejar de menearla pasé mi lengua por todo el frenillo… rodeándolo… recreándome… saboreándolo.
Ummmm… estaba muy sabrosa… tanto… que decidí probarlo mejor… y fue cuando la introduje en mi boca… poco a poco… pero cada vez más profundo. Ya no necesitaba la mano, mi boca la sujetaba y mis labios se deslizaban por ella… al subir… al bajar… haciendo presión mientras mi lengua lamía durante el ascenso.
Me pedías entre jadeos que parara… que no podías aguantar más… que no querías… terminar tan pronto… que todavía quedaba mucho por hacer… y que ahora… te tocaba a ti hacerme gozar… así que te hice caso… la saqué de mi boca… ummm… me relamía de gusto… ese sabor…
Tú te incorporaste rápidamente y me tumbaste en la cama… me cogiste los pantalones por la cintura… y me los sacaste de un tirón… yo estaba exaltadísima… no sabía que tenías pensado para mí… y eso me excitaba mucho más.
Te quitaste el cinturón… cogiste mis muñecas y me las ataste al cabecero de la cama… ummmmm… una de mis fantasías jamás realizada… sabía que me harías correr, como me dijiste aquella vez… ¿recuerdas?.
Te sentaste al lado mío y empezaste a acariciar mis pechos… a pellizcar mis pezones… sé que disfrutabas con mis jadeos… tu boca se unió a tus manos y empezaste a lamerlos… a mordisquearlos… en cada mordisco arrancabas un grito ahogado de mis labios… empezaste a bajar tus labios por todo mi cuerpo… hasta llegar al ombligo.
Tus manos bajaron más aún… hasta llegar a mi clítoris… ummmm… sentía tus dedos como lo acariciaban… como se querían introducir… no podía quedarme quieta… tus manos separaban mis piernas porque no podían quedarse separadas como tú pretendías… te levantaste y te pusiste entre mis piernas… sujetándolas… y tus manos estaban abriendo los labios de mi vagina mientras tu lengua recorría desde mi clítoris hasta abajo… yo estaba que ya no podía mas… y fue entonces… cuando me miraste… y vi que ibas a introducir tus dedos dentro… cuando exploté… ufff… tú no sabías como sujetar mis piernas para que no impidieran que tus dedos continuaran con su trabajo… y lo terminaron… ummm, vaya si lo terminaron.
Y allí estaba yo… jadeante… mirándote… con mis manos atadas… y tú… mirándome… con una sonrisa triunfante.
Autor | Desvelada.
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» Bruno Fernández.