1.053 | Los camareros también se enamoran.
Relatos.
¡Nos vemos en los bares!.
Imaginaros la siguiente situación: El camarero de una cafetería (digamos, David), una clienta asidua (digamos, Rebeca) y el amor no correspondido.
Los días pasan, los meses y hasta los años… y la vida de David se transforma en una montaña rusa de emociones confusas, lamentablemente enamorado de una chica que, para él, es inalcanzable incluso en sus mejores sueños; y a David le sorprenden las horas viéndose incapaz de encontrar las fuerzas necesarias para dominar esa pesadilla donde el amor correspondido parece cosa de extraterrestres.
Sólo proponerse hablar del tema le parecería la tortura más salvajemente sanguinaria jamás maquinada por el hombre; de hecho, desde hace tiempo David parece resignado a ser feliz observándola y, lo que aún es más penoso, con la contundencia de haber aceptado por siempre esa situación.
Para Rebeca, en su completa ignorancia, él únicamente es "Caféman" y "Tepagoman". Incluso podríamos pensar que no sólo le considera un chico del montón, quizás no muy diferente del de la pizza de los viernes.
Hasta que, y gracias al arte del oportunismo, ese día fue para David el más importante desde que tenía memoria, pues se le presentó la Virgen ante sus ojos la última oportunidad de que Rebeca se entere por fin que alguien en esa cafetería lleva años colado por sus huesitos.
Como es habitual, cuando ella entra al local y pide su café, David centra todos sus sentidos, atento, a todo lo que pueda pasar por su alrededor.
Ese día, ese fatídico día David escuchó algo que cambiaría para siempre su vida y le llevaría a tomar la decisión que determinaría su futuro. El tiempo se detuvo y la frase resonó una y otra vez en su cabeza, repetitiva, aterradora: "Estás bien, querida. Te echaremos de menos, pero al menos espero que halles felicidad en tu encuentro oriental en China. Ven a visitarnos pronto".
David se queda pasmado, paralizado, pensativo. Una bofetada invisible había aterrizado sobre sus mejillas y la cafetera "Ultra Generación 3.000. El café como un arte" que sujetaba en sus manos empezó a retemblar, más pesada de lo normal.
Un mar de pensamientos azotaron sus cabezas, entrecortados, difusos, nada claro.
De pronto oyó como en su mente se despertaba el eco de una voz que resonaba, una y otra vez: "Tienes que hacerlo, es el momento. Tienes que hacerlo, es el momento… tienes que hacerlo, ¡¡ Decídete ya, coño, YA, YA !!".
Con el último eco, David recuperó sus cinco sentidos y siguió el consejo de su conciencia: sin lugar a dudas tenía que hacerlo. Mientras Rebeca metía el móvil en su bolso y se preparaba para irse, pidió la cuenta. Él puso sus ojos directamente en ella, con una mirada temblorosa pero decidida. El pulso aún le seguía temblando: el oleaje de pensamientos había sido devastador, provocándole un considerable aumento en su ritmo cardíaco y unos tímidos sudores, se deshizo de su cafetera de 500 € e intentó distraerse algo con su trabajo mientras trataba de mantener el tipo y respirar profundamente, pero era impensable dada la situación.
Parecía que aproximadamente un millón de mariposas que durante años se habían ido acumulando en su estómago explotaran justo en ese momento y el diminuto cuerpo de un ser humano no fuera suficiente para contenerlas.
La chica le lanzó una mirada curiosa y por primera vez en la vida le habló como le hablaría a un compañero de trabajo o a alguien que acababa de conocer.
El chico atento de siempre parecía hoy algo distraído, y Rebeca trató de sacar una conclusión de lo que estaba pasando:
-- ¡Oh, perdona!, puede que hayas tenido problemas hoy en el trabajo. Termina lo que estás haciendo mientras hago una llamada –.
-- Ah, no, no, no, tranquila. Es tan sólo (inquieto, carraspea, se acerca a ella y se pone justo en frente tras el mostrador, en un recorrido que le parecieron kilómetros. Sus rodillas fallan, nada va bien) perdona. Tan solo… (desvía la mirada por momentos, la idea de echarse atrás no para de perseguirle) tan sólo… es que… Tan sólo te quiero y estoy terriblemente enamorado de ti, ya está, ya lo he dicho –.
David siente que en ese momento la situación ya se le ha ido completamente de las manos y entiende, al fin, lo poco que tiene que perder. Logra un poco de serenidad entre ese torbellino de sentimientos atronadores y con la voz un poco entrecortada de la emoción sólo atina a balbucear la cuestión inevitable: "¿Y ahora…?".
Rebeca se queda estupefacta, realmente no se esperaba ni por la más remota idea que algo así pudiera estas sucediendo:
-- ¡Oh, Dios mío! Vale, vale, entiendo. ¿Sabes? para mi siempre has sido un camarero especial, me has servido tantos cafés y he vivido tantos buenos momentos aquí con mis amigos, incluso con algún ligue… que, de veras, ahora lo pienso y me siento mal. Tendré un buen recuerdo de ti; esa nariz peculiar, ese mentón prominente y esa cicatriz que te cruza la cara… je, je. ¿Nunca te han dicho que te hace sexy e interesante? ¿Cómo te la hiciste? Siempre que vea un veterano de guerra me acordaré de ti. Lo nuestro no puede ser, me voy con el objetivo de vencer a mi ego y mucho me temo que nunca volveré a ser la misma. Limpiaré tus heridas en mi Reino Espiritual –.
Y así, de esa forma, acaba la triste historia de David y Rebeca y de cómo alguien puede llegar a marginarse de tal manera para resumir años de amor cohibido en una improvisación de demasiadas mariposas revoloteando.
Lo que pareció el momento único, acabó siendo el triste y más inoportuno de los momentos.
La escena de David que ensayó miles de veces como "la declaración más importante de la humanidad" se realizó en un alivio patético, falto de gracia y de moral.
Rebeca seguramente pensó que en otras circunstancias podría haberse tomado las cosas de otra manera.
Y tú, mi buen amigo mío, si tú, protagonista absoluto, TÚ si que eres una verdadera víctima de este halo misterioso amor. Tan incontrolable y tan confortable a la vez.
Probablemente jamás existirá una experiencia en amor tan dramática, cruel y dolorosamente profunda e injusta que la vivida por David con "La chica del libro y de los cafés".
» Bruno Fernández.