1.021 | El sexo en la Edad Media.
Historia.
La vivencia de la sexualidad, de las relaciones de pareja y del amor, son construcciones de cada época, cultura y religión. Estos conceptos no han sido vividos de la misma manera a lo largo de la historia, tampoco en los diez siglos de Edad Media. El contexto o las circunstancias han determinado el cómo, el cuando, o el quiénes.
Más de 1.000 años de historia. Difícilmente se puede, en un período tan amplio, hablar de un aspecto humano que no haya mutado; sin embargo, la sexualidad, durante todo el Medievo, tuvo características muy determinadas.
LA IGLESIA.
Iglesia Católica, musulmana o judía, realmente no es esencial el credo, sino la postura tomada ante la sexualidad. Como contraposición al desorden familiar, al salvajismo y las políticas inusuales de los bárbaros, las iglesias toman un poder inusitado en todos los órdenes de la vida social, económica y política en el Medievo.
Autoridades episcopales y monacales rigen el orden en ciudades y campiñas, y se aseguran de que las características latinas no sucumban ante las costumbres bárbaras. De este modo, sobreviven el latín, el derecho romano y muchos otros rasgos de la cultura clásica en detrimento de los usos extranjeros.
Del mismo modo queda afectada la sexualidad, que queda encorsetada en el marco del matrimonio, siendo éste rígidamente controlado en sus aspectos más íntimos por las normas eclesiásticas de cada confesión.
USOS Y COSTUMBRES SEXUALES.
La Iglesia establece un orden controlable dentro de la sociedad. La existencia del matrimonio como núcleo familiar y, por ende, la familia como núcleo social, facilita en control de la sociedad toda y, con ello, el manejo de la historia y la política.
El matrimonio eclesiástico, entre hombre y mujer, indisoluble y normado, destierra las costumbres bárbaras del adulterio (que realmente no existía al no existir matrimonio, y sí lo hacían las uniones voluntarias y de hecho, fácilmente solubles), y del incesto.
Visto desde este punto de vista de cada Iglesia, puesto que lo que es incesto para la Iglesia Católica no lo es para la Iglesia Judía, tomando por ejemplo el caso de una prima en primer grado, hija del hermano del padre, o el incesto político entre un hombre y su cuñada viuda, caso de nupcias obligatorias en el caso judío.
Relaciones adúlteras, homosexuales, grupales, masturbación y libertada de juego sexual fueron proscritas en este nuevo orden sexual cuya finalidad última y bendecida es la procreación. El derramamiento de semen, la imposibilidad de concebir, las tendencias homosexuales o el conocimiento carnal por placer son severamente catalogados. La infidelidad y la virginidad se convierten en dos pilares de la tradición sexual, ni más ni menos, mil años.
ADULTERIO.
Diferente baremo para varones y mujeres. Ellos se deben a sus esposas, pero la prostitución es un mal menor conocido y, generalmente, disimulado. La mujer no tiene posibilidad alguna de cometer infidelidad y salir indemne. Si fuera el caso, las pruebas contra ellas son fácilmente conseguibles. Basta que se sospeche, que dos personas den testimonio verbal y que la infeliz esposa no resista las pruebas medievales para comprobar su veracidad.
Se contempla la muerte como castigo para el adulterio, casi siempre referido a la mujer adúltera y no al hombre amancebado que, aparte de la cruz de la "fama pública" de infiel, raramente sufría más pérdidas.
La Biblia habla de lapidación, el Talmud menciona el ahorcamiento. De todos modos, estos casos extremos eran conmutados usualmente por penas más livianas como destierro, azotes y repudio (suficiente, de todos modos, para poner en peligro serio la subsistencia de una mujer sola).
Hay una excepción terrible a este perdón. Si el adulterio es extra confesional, la pena es capital. Muerte en la hoguera para judíos y cristianos atrapados en relaciones sexuales inter confesionales.
PRÁCTICAS SEXUALES.
Este oscurantismo sexual pretende y elige la "postura del misionero" tradicional como la recomendada. Favorece la procreación y estimula menos el placer que otras prácticas. Se persigue la consumación del matrimonio con un único fin, la descendencia.
No es de extrañar, ya que los matrimonios, en ese momento, son planeados como alianzas políticas y económicas, asegurando linajes de comerciantes o casas reales, de la misma manera en que hoy se producen fusiones empresariales y alianzas internacionales. La mujer no tiene entidad de derecho, es un objeto y una moneda de cambio.
Su cuerpo es atesorado como recipiente de la semilla del varón, ella es la productora de la cría y de ella dependen, al final, los linajes y esperanzas.
La Iglesia Judía es menos restrictiva con los placeres de la sexualidad, contempla el gozo de la mujer y la forma de "débito conyugal", aún cuando ninguno de los dos miembros de la pareja se haya sentido atraído o enamorado del otro.
Sin embargo, toda esta normativa fría, todo este reglamento, no puede contener la naturaleza humana. Si se lucha denodadamente contra el adulterio, es porque se produce. Si se norma tan duramente, es porque hay desmanes continuos y naturales. El amor, el deseo, la sensualidad, la excitación, todos estos aspectos son inherentes al ser humano. No se pueden extinguir.
Así pues, paralelamente a estas condiciones eclesiásticas, existen los placeres, las amantes, las cortesanas, las prostitutas, los amores ilícitos, el sexo oral, el sexo homosexual, la masturbación, la barraganía, el amancebamiento y toda la serie de tendencias naturales en la sexualidad.
LA VIRGINIDAD.
Hay entre todas las características de esta época, una fijación con la virginidad de la mujer. Esta es la garantía de calidad para un esposo, una mujer nueva, o casi niña, intocada, lo que asegura que la desfloración abra las puertas a una posible paternidad propia, y no ajena. La virginidad se eleva en la categoría de las virtudes, es una llave para las puertas de cielo, y debe ser preservada hasta su entrega al esposo legal.
Hay que recordar que en los matrimonios medievales, no era extraño el caso de los testigos en la noche de bodas o desfloración de la doncella, donde se daba testimonio de la consumación del matrimonio por el esposo y la pérdida de la virginidad de la novia (aún hoy quedan remanentes de estas costumbres en algunas culturas).
La virginidad es un valor, el valor determinante, en la mujer. Asegura el linaje real de un varón, conjuntamente con la fidelidad. Sin embargo, la creencia de que el cinturón de castidad es un invento del Medievo, es errónea. Es una curiosidad posterior, de hecho no hay pruebas fehacientes de que se haya utilizado antes del siglo XIX, y sería imposible de usar más de unas cuantas horas sin peligro de infecciones o laceraciones.
LA HOMOSEXUALIDAD.
Los gays fueron uno de los grupos menos estudiados por los medievalistas e historiadores en general. Seguramente por falta de interés y por prejuicios morales derivados de la cultura católica y occidental.
La disgregación de los homosexuales también es una dificultad añadida. Otros grupos marginados como judíos o musulmanes vivían en una comunidad mientras que los homosexuales vivían en secreto.
John Boswell (1.947-1.994), profesor de Historia Medieval de la Universidad de Yale rompió esa barrera en 1.980 al publicar un estudio sobre los gays en la Europa Occidental hasta el siglo XIV. Este volumen provocó acalorados debates en el seno de los medievalistas estadounidenses y Europeos. Boswell rompió el muro pero de momento no ha tenido una continuación.
Está claro que mil años de historia no se pueden borrar con una Revolución Sexual, muchos de los tabúes, usos y costumbres sexuales que hoy permanecen, tienen sus raíces en la decisión de la Iglesia de mantener un orden establecido.
Poco a poco se abren horizontes de libertad personal, esperemos que no sean otros 1.000 años para desaprender.
Fuente | Suite 101.
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