380 Amor a la luz de la luna No recomendado para menores de 18 años
Pude verlo de pie frente a mi, contrastaba con el resplandor de la luna que entraba por la ventana del balcón. Tenía su mirada fija en el cielo nocturno, pensativo. Me levanté de la cama y me acerqué sin que lo notara, no dijo nada, colocó sus manos sobre las mías y las acaricié, luego me volteé y me miró directo a los ojos, tenía aquellos ojos azules que tanto me gustaban pero que se veían melancólicos, cuando le quería preguntar el porqué estaba de esa manera colocó su dedo índice en mi boca en señal de que no dijese nada, colocó sus manos en mi cara y me besó, era un beso desesperado, como si fuese el último que iba a tener, yo lo abracé nuevamente, acaricié sus espalda y su nunca.
Después de ese largo beso que debió haber durado unos minutos, me susurró al oído "te amo", luego me empujó para quedar sobre la cama, lo miré un instante y se podía ver la luna justo detrás de él, su perfil se veía majestuoso, sólo iluminado con la luz de la luna.
Se colocó sobre mí y comenzó a besarme nuevamente, esta vez lleno de pasión y deseo. Luego de probar el dulce de sus labios comenzó a bajar por mi cuello mordiendo suavemente cada lugar por donde pasaba, acarició su nuca revolviendo sus cabellos de un castaño hermoso. Comencé a dar pequeños gemidos cuando llegó a mi pecho, cada vez que lo hacía era mejor que la anterior. Estaba sumido en un vaivén de sensaciones y placer que es difícil de describir. Luego comenzó a meter su lengua dentro de mi ombligo, pasándola de un lado a otro dando un placer muy intenso. Me sentí un momento, lo tomé de los hombros y cambiamos de posición, lo dejé acostado boca arriba, me deleité mirando su cuerpo, aquel que me encantaba probar y tocar.
Comencé a lamer y besar sus oídos, metiendo mi lengua dentro de su oreja pasándola de un lado a otro por cada rincón de esta. Sentí sus cálidas manos en mi espalda acariciándola incitándome a continuar con mi labro, comencé a escuchar pequeños gemidos que provenían de él y al escucharlo me hizo estar a mil.
Volví a besar sus labios, y ahora comencé a bajar mis manos por su pecho, deteniendo una mano en su pecho y con la otra mano seguí bajando hasta llegar a sus abdominales, acaricié esa zona mientras pellizcaba su pezoncito y besaba sus labios, mezclando nuestras lenguas y salivas de una forma morbosa.
Sentí un fuerte gemido cuando bajé mi mano de sus abdominales a la base de su pene ya erecto. Sus 19 cm eran algo llamativos, acerqué mi cabeza a su pene y comencé a lamérselo desde los testículos a la parte superior de su glande, luego me lo introduje entero a la boca y comencé a chupárselo. Una de mis manos acariciaba y rasguñaba sus testículos y con la otra lo masturbaba mientras le hacía sexo oral.
Después de un rato, me acerqué a su oído y le dije "espera un momento", fui al armario y volví, él me miraba con una sonrisa pícara en su rostro. Me acerqué a él y comencé a besarlo nuevamente, mientras él me quitaba la camisa y la corbata, luego quitó rápidamente mi pantalón y mi bóxer y comenzó a chupar mis 17 centímetros de carne mientras con sus manos acariciaba mis testículos y la zona que une los testículos y el ano.
Yo estaba con mi espalda arqueada mirándolo, darme el mejor placer que podía tener, luego de un momento comencé a gemir diciendo su nombre una y otra vez, acariciando su nuca que era lo único que tenía a mi alcance.
Cuando dejó de hacerme la mamada, sacó del cajón un preservativo y se lo colocó, ya sabía lo que venía, así que cerré los ojos esperando la invasión, antes de penetrarme se acercó a mí, me beso y dijo: "No te dolerá mucho, te lo prometo".
Volví mirar a Benjamín y le di una sonrisa dándole a entender que podía hacerlo, además también lo quería. Comenzó a poner su glande en mi entrada, cerré mis ojos y sentí como poco a poco comenzaba a entrar, di un pequeño gemido de dolor y de placer. Luego comenzó a meter y sacar su miembro de mí, una y otra vez dándome un placer que parecía que estaba en una nube.
Empecé a masturbarme mientras él me penetraba, podía escuchar mis propios gemidos mezclándose con lo que él daba, nos besamos intensamente mezclando nuestra saliva en una mezcla deliciosa. Lo abracé y sin darme cuenta estaba enterrando mis uñas en su espalda, luego besé su cuello mordiéndolo un poco más fuerte que antes.
Luego se salió de mí y se colocó sobre la cama boca arriba, yo entendí lo que quería, así que sin más tomé su erección con mi mano y sentí sobre sus 19 centímetros, coloqué una mueca de dolor que luego pasó a ser de placer, sacaba y metía su miembro en mí de una forma descontrolada. Sentí su mano en mi miembro y comenzó a masturbarme al mismo ritmo que él me penetraba y no pasó mucho hasta que me vine sobre sus abdominales.
Él me quitó de encima y con su dedo sacó el semen de su estómago y se lo llevó a la boca mientras yo lo masturbaba con mi mano, luego comencé nuevamente a darle sexo oral. Escuché un fuerte gemido al mismo tiempo que sentí como su semen entraba en mi boca.
Ambos con el semen en nuestras bocas, nos acercamos y nos besamos haciendo una nueva mezcla, nos abrazamos mientras nuestras lenguas se encargaban de mezclar el contenido de ellas. Luego nos acostamos abrazados y nos quedamos dormidos siendo iluminados por la luz de la luna.
A la mañana desperté, vi a mi lado que él ya no estaba, cogí un papel que había encima de la mesita de noche que tenía mi nombre, la abrí y decía: "Lamento haberme ido sin avisar pero tenía clase a primera hora, te veré luego en la universidad o en casa, tengo algo para ti… Benjamín".
Guardé la nota y me volví a echar sobre la cama mirando el techo de la habitación con una sonrisa dibujada en mi rostro.