345 Fantasía en el metro No recomendado para menores de 18 años
Cualquier día de verano. Visto un pantalón deportivo estrecho que hace remarcar todo mi paquete y una camiseta pegadita a mi pecho. Tengo que ir lejos de donde estoy ahora y por eso tengo que coger el metro.
Es primera hora del día y por eso no hay nadie en el vagón cuando yo subo. Sólo puedo distinguir a una persona, es una chica. Me acerco a ella por curiosidad. A medida que me acerco puedo ir notando que parece guapa y por su perfil parece tener buen pecho. Así que decido sentarme en frente a ella.
Al sentarme puedo darme cuenta que está dormida. Viste ropa excesivamente estrecha y una minifalda, si se le puede llamar falda a eso tan corto. Debido a su sueño profundo no se da cuenta que tiene las piernas ligeramente abiertas. No puedo resistirme y miro a su interior. Me tiembla el cuerpo cuando veo que no lleva ropa interior.
Durante cinco minutos no hago más que mirar esa maravilla de la humanidad, debido a lo cual mi miembro empieza a tomar medidas descomunales, que a causa de mi camiseta estrecha y corta y a mis pantalones también estrechos no puedo ocultar.
Intento ponerme de pie para poner bien mi ya erecto pene en el pantalón para que no se note mucho, cuando de repente el metro frena de golpe en medio del túnel y mi elemento va a parar directamente a su cara. Esto hace que se despierte con esa imagen delante suya.
Puedo apreciar en su cara una agradable sonrisa y una excitante mirada de placer. Con el metro averiado dentro del túnel me vuelvo a sentar. Ella no para de mirar fijamente mi paquete y eso hace que me excite todavía más. No lo puedo evitar y me lo toco para colocarlo bien. Veo que le gusta y me quedo con la mano tocando mi tronco. Puedo ver sus intenciones cuando abre ligeramente sus piernas y me devuelve mi favor tocándose ella su sexo.
Creo que voy a explotar y doy el primer paso definitivo. Me bajo ligeramente los pantalones para que se me vea el glande, que ahora está rojo y a punto de explotar. A lo que ella responde subiendo ligeramente la faldita, lo justo para que pueda ver su conejito sin necesidad de agacharme, y con una mirada que da a entrever lo que está a punto de pasar.
Directamente me bajo los pantalones y le muestro a mi nueva amante mi resplandeciente mástil. Ella como hasta ahora responde y se baja su faldita hasta los tobillos. Cuando voy a dar el primer paso, ella se me adelante y empieza a masturbarme delante de mí. No me lo puedo creer… ¡esa es mi mayor fantasía!. Por lo que ahora me toca corresponder a mi y empiezo a masturbarme.
Todavía no me creo lo que me está sucediendo, cuando ella empieza a gemir como una loca y a mirar a su entrepierna. Lo que yo entiendo que debo pasar a la acción. Así que me agacho y empiezo a lamer su depilado conejito mientras sobo su trasero y sus pechos todo lo que puedo. Cuando ya llevaba un buen rato empieza a moverse con movimientos bruscos y al rato noto en mi boca todo su caliente orgasmo.
Me siento de nuevo, con mi polla ya no tan dura como antes. Tarda en reaccionar por lo que empiezo a pensar que no obtendré recompensa. Pero de repente se incorpora sudando. Se levanta y se quita el top tan prieto que llevaba dejando a la vista sus increíbles pechos, por supuesto también sin sujetador y se me queda delante de mi desnuda.
Por supuesto mi miembro no tarda en ponerse erecto de nuevo. Al ver esto se agacha y empieza a hacerme la mejor cubana que jamás me han hecho. Mientras mi miembro pasa entre sus pechos, todavía llega para que ella se pueda introducir el glande en la boca. A los cinco minutos de esta cubana mamada noto que no voy a aguantar más. Ella también lo percibe así que me hace poner de pie, me coge de mi culo y me la empiezo a follar por la boca. No llevo dos embestidas cuando dejo derramar todo mi semen en su boca, lo que ella agradece tragándose todo lo que puede.
En ese momento el metro empieza a funcionar, por lo que me visto rápidamente. Ella hace lo mismo y aprovecha para apuntarme su teléfono en un papelito. Me lo mete en el paquete y me da un beso enorme.
Salgo del tren y la miro por última vez. En su cara solo se ve felicidad.
Autor | Luis Fernández